El BCRA compra reservas a ritmo lento: ¿peligra la meta acordada con el FMI?


Entrada la temporada alta de liquidación del agro, el Central se queda con menos divisas que en 2021. Analistas advierten sobre el aumento de las importaciones y el balance entre tasa y crawling peg.

Por Carolina Paparatto

La temporada alta de oferta de dólares por la liquidación de la cosecha gruesa comenzó y demuestra una continuidad de los récords exportadores alcanzados durante 2021. Asimismo, este año, se suma el factor del alza de precios provocado por la invasión rusa a Ucrania. Sin embargo, la performance del Banco Central preocupa al mercado ya que está acumulando un nivel de dólares escasos, principalmente si lo comparamos con el mismo período del año pasado.

Uno de los principales puntos de preocupación, es que, si la entidad liderada por Miguel Pesce no logra revertir esta situación en los próximos meses, que, por una cuestión estacional, son los de mayor ingreso de divisas, puede peligrar el cumplimiento de la meta de reservas acordada con el FMI.

Emiliano Anselmi, jefe de macroeconomía en Portfolio Personal Inversiones, señaló: “En las 74 ruedas que va del año, el BCRA compró u$s133 millones, contra u$s3.433 millones del año pasado. Por su parte, abril viene siendo un mes magro en términos de cosechas; logró un balance positivo de u$s167 millones de dólares, muy por debajo de abril del año pasado, que fueron aproximadamente u$s1.100 millones”. Entre los principales motivos que explican esta tendencia, analistas consultados por Ámbito señalan a la apreciación del tipo de cambio real como uno de los principales factores.

Anselmi planteó que el tipo de cambio real se apreció mucho de un año a otro: “Si lo tomamos desde diciembre de 2020, que es el máximo de la gestión de Alberto Fernández, hoy se ha caído 19%, lo que significa que los argentinos, medidos en dólares oficiales, somos cada vez más ricos, por lo que podemos importar más, demandar más turismo, más servicios y las empresas tenedoras de deuda privada salen a demandar dólares para pagar su deuda a un tipo de cambio subsidiado. Asimismo, si observas la cantidad de pesos que hay en la economía, el agregado monetario, medido al dólar oficial está 30% arriba interanual, por lo tanto, hay muchos más pesos que te pueden demandar dólares oficiales respecto al año pasado. Por eso al BCRA le está costando mucho acumular, dado que aumenta la demanda”.

El BCRA aceleró el crawling peg en los últimos meses para sostener el tipo de cambio real multilateral en el nivel de fines de 2021, como se acordó con el Fondo. En abril elevó la depreciación al 4% mensual, tras el 3,3% de marzo. Sin embargo, este ritmo no resulta suficiente ante la aceleración inflacionaria de los últimos meses.

Sobre este punto, Claudio Caprarulo, director de la consultora Analytica, sostuvo que el camino que comenzó el BCRA para no atrasar el tipo de cambio es correcto en vistas de volver a equilibrar el mercado de cambios. Sin embargo, apuntó: “El problema es que con la aceleración de la inflación el cambio que hizo en su política perdió efectividad. De todas formas, es claro que una fuerte devaluación y suba de tasas no haría otra cosa más que agravar el problema. La deuda pendiente del gobierno es trabajar sobre las expectativas”.

En esta línea, Adrián Yarde Buller, economista en Facimex Valores, dijo que la aceleración de la tasa de devaluación tiene como objetivo principal ir cerrando la brecha cambiaria y poner un freno a la apreciación que se generó en 2021. Y añadió: “Mantener a la tasa de interés por encima de la tasa de devaluación es central para que una estrategia de devaluación gradual no acelere la pérdida de reservas, ya que de lo contrario los exportadores tendrían incentivos a financiarse en pesos y postergar la liquidación de exportaciones a la espera de un tipo de cambio más alto. Por eso, si el BCRA quiere acumular reservas tiene que ir subiendo tasas a medida que acelera la devaluación. Igualmente, toda esta estrategia pierde efectividad en un contexto de fuerte aceleración inflacionaria donde no aparece un ancla nominal para las expectativas y comienzan a crecer las dudas alrededor del cumplimiento de las metas fiscales”.

Anselmi y Albornoz coincidieron en que el BCRA tiene que acomodar la tasa en pesos por encima del crawling peg si quiere que la liquidación del agro en este periodo estacional alto fluya. “Lo que ocurrió en las últimas semanas fue extraño, ya que el martes devalúo al 40%, el miércoles al 49% y el miércoles de la semana pasado al 58%. Es decir, entre al 40% y 58% hay un rango muy amplio, por lo que desconcierta al mercado sobre cuál es la tasa de devaluación que quiere”, observó Anselmi.

Otro factor que impacta en el desempeño del BCRA es el aumento de las importaciones en comparación al año pasado. Caprarulo advirtió que “el intercambio comercial está en valores récord tanto para las exportaciones como para las importaciones” y que “el problema es que el nivel de estas últimas creció a una tasa mayor y durante el primer trimestre el saldo comercial fue el más bajo desde 2018”.

Al respecto, Albornoz sostuvo que específicamente en este mes “el problema del gasoil es transcendental” en lo que hace al saldo comercial, tras las denuncias de los transportistas para obtener un correcto abastecimiento de combustibles.

La meta de reservas

El acuerdo con el organismo internacional contempla una acumulación de u$s5.800 millones para este año. El primer trimestre se lograron cumplir las metas tanto del déficit, emisión y reservas, pero en este último punto se contó con la ayuda del primer desembolso del Fondo, tras cerrar el acuerdo a fines de marzo. ¿Qué expectativas hay para los próximos meses?

Anselmi balanceó las posibilidades: “Veo difícil el cumplimiento de las metas de reservas, porque tiene metas acumulativas trimestrales. La del primer trimestre la cumplió por el desembolso del FMI, pero la cuenta que nos da es que tiene que comprar más o menos u$s2.500 millones de ahora a fines de junio, y a este ritmo no lo logra. Sin embargo, el periodo fuerte de estacionalidad del agro es en junio, por lo tanto, no sería tan tajante, pero es difícil sobre todo con un tipo de cambio real muy apreciado”.

“Si el BCRA no logra acumular reservas en los próximos dos meses, probablemente veamos un incumplimiento con el FMI respecto a esta meta. Estos meses son los que más dólares entran a las arcas del Banco Central. Mientras que el segundo semestre es mucho más desafiante en materia monetaria y cambiaria, porque si el BCRA no compra genuinamente dólares en estos meses de la fuerte liquidación del campo, que es el principal oferente de divisas del país, muy difícilmente pueda cumplir la meta y logre acumular reservas netas a lo largo del año”, planteó Albornoz.

Por su parte, Caprarulo remarcó el alza de los precios y el efecto positivo que puede traer al país: “Los términos de intercambio están en niveles históricamente muy favorables para la Argentina. El aumento en el precio de nuestras exportaciones también presiona sobre los precios internos y no ayuda a estabilizar la economía, pero deberían prevalecer los efectos positivos. Si el gobierno lo sabe aprovechar, este año el saldo comercial tiene que crecer respecto al año pasado y así el Central podrá acumular más dólares”.

Mientras que Yarde Buller apuntó que “abril no arrancó de la mejor manera en el frente cambiario, ya que la aceleración de la tasa de devaluación y las subas de tasas por ahora no están alcanzando para que el BCRA pueda mostrar compras de dólares más significativas”. Y agregó: “Creemos que el Central puede acercarse a las metas fijadas por el FMI comprando al Tesoro dólares que obtenga como financiamiento de organismos internacionales y también parte del crédito del propio Fondo, por lo que todavía hay espacio para acercarse a la meta del segundo trimestre”.

Mitos y realidades: ¿hasta qué punto es hoy posible bajar el gasto público en la Argentina?


Las rigidez del presupuesto, el gasto ascendente en los últimos años y su vinculación con el déficit e inflación están en el centro de la atención; cuáles son las posibilidades y cuáles los límites para concretar algunas medidas de las que se habla

Por Camila Dolabjian

Por primera vez en décadas revive un debate en la discusión pública. La estructura del presupuesto, los gastos y la eficiencia del Estado están bajo la lupa, de la mano de algunos dirigentes y figuras que comenzaron a manifestar revisiones e ideas vinculadas a reformas en las prioridades estatales. Cerrar ministerios, privatizar empresas, reducir o reencauzar las transferencias en políticas sociales, reestructurar el sistema previsional y “achicar el gasto de la política” son tan solo algunas de las propuestas.

Se abre un amplio espectro de preguntas en el que -según coinciden los especialistas- hacen falta diagnósticos y derribar algunos mitos, si lo que se busca es comprender la viabilidad de las propuestas, y la vinculación de las políticas que tiendan a reducir o modificar la estructura del Estado, que con otros fenómenos, como la inflación.

La relación entre la inflación y el presupuesto público es considerada una serpiente que se come la cola, potenciada cuando las partidas se financian con emisión monetaria en vez de un aumento en los ingresos. Pero, además, el nivel de gasto no es sostenible sin altos niveles de aumento en los precios porque estos licúan las obligaciones del estado (dado el nivel de rigidez).

En los últimos 11 años, el gasto considerado como “rígido” creció. En 2010, representaba el 83,4% de los expendios públicos. Ese índice llegó en 2021 al 90,2%. Los datos se desprenden de un estudio realizado por la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), que analiza la rigidez del gasto de acuerdo con dos criterios. Por un lado, el de su naturaleza, y por el otro, el de la fuente de financiamiento que tienen determinados gastos. Al relacionar ambos conceptos, se identifican aquellos gastos menos rígidos que son financiados con recursos de libre disponibilidad. Representaron el 9,8% del presupuesto el año pasado. Es una foto del presente, de cuánto margen habría para reasignar o disminuir en el corto plazo.

Los gastos rígidos están compuestos mayoritariamente por las jubilaciones y pensiones, las remuneraciones al personal del Estado, los intereses de la deuda y las asignaciones familiares, entre otros. De acuerdo con el análisis, implican alrededor de dos tercios de los gastos totales (66,9%), con máximos de 80,0% en 2019 y mínimos de 57,9% en 2014.

Cerca del 20% del gasto, en tanto, se considera con rigidez media. Se trata, por ejemplo, de subsidios a la energía y al transporte, programas sociales y algunos servicios. Las “erogaciones flexibles” (13,2%) son gastos de capital, transferencias a provincias y bienes de consumo.

“El componente del gasto con rigidez alta no solo representa la mayor proporción del gasto total, sino que también ha sido el que ha tenido mayor dinamismo en el período analizado. Explica el 84% del crecimiento registrado en el gasto total de la administración nacional; entre 2010 y 2010 su ponderación pasó de 19,8% a 25,5% del Producto Interno Bruto”, destacan desde la OPC.

Claro está que la rigidez presupuestaria es un concepto que evidencia el grado de resistencia institucional e inercia que lleva el presupuesto. No es permanente. Los criterios subjetivos con los que se la evalúa permiten detectar el nivel de reformas y políticas públicas que se requerirían para llevar adelante modificaciones sustanciales. Para los analistas, reflejan los roles y funciones que asumió el sector público en las últimas décadas. Tiene componentes positivos (como garantizar una política en el tiempo) y negativos (inflexibilidad para reaccionar ante imprevistos, como una pandemia o una guerra).

Cuatro motivos para que la existencia de gastos rígidos

Se identifican cuatro principales motivos por los que se desarrolla la rigidez presupuestaria. Hay políticas que se desarrollan vinculadas al “principio de beneficio” o, en otras palabras, que son diseñadas para beneficiar a aquellos que las financian (como políticas de salud o seguridad social). Otras se sustentan en derechos y garantías establecidos en distintas regulaciones, que provocan asignaciones específicas de recursos con el objeto de proteger ciertos gastos. En tercer lugar, están las transferencias intergubernamentales, las cuáles se vinculan al grado de descentralización de la política fiscal y, por último, las rigideces vinculadas a marcos legales (leyes o contratos), como los pagos de intereses de la deuda pública, la indexación de salarios y jubilaciones, reglas fiscales y fondos de estabilización.

A pesar de que el gasto rígido creció, las erogaciones primarias del año 2021 cayeron un 6,5% respecto a 2017, medido en moneda constante del mes de diciembre de 2021 y según un estudio hecho por el Iaraf. Mantener el nivel de gasto de 2017 en términos reales hubiese implicado gastar $800.000 millones más el año pasado. Según los economistas del Iaraf, la caída del gasto entre períodos se apoya en una rebaja bastante generalizada en cuanto a los diferentes rubros. Los que no bajaron, sin embargo, fueron los gastos referidos a la energía y los de algunos programas sociales.

En el conjunto de programas sociales que incluye al plan Progresar y Argentina Trabaja, entre otros, se registró un aumento real de 360% respecto de 2017, una diferencia que equivale a $717.000 millones. Todo el resto de las prestaciones sociales tuvieron un recorte real de gasto.

Pese a que se trata de uno de los más rígidos, el gasto relacionado con la pasividad (el de las jubilaciones y pensiones contributivas y no contributivas y el del PAMI) es el que más relevancia perdió dentro de la estructura del gasto total en los últimos cuatro años. Resignó 4,1 puntos porcentuales de participación en el gasto total. El dedicado a salarios resignó 2,4 puntos porcentuales de su participación y los gatos de capital perdieron participación por 1,9 puntos (1,5 puntos las transferencias de capital a provincias y 0,4 puntos la obra pública nacional).

A su vez, la línea de gastos que más creció en importancia relativa fue la de subsidios o planes sociales que administra la Anses, que en 2021 representaron 5,9 puntos más del gasto total que en 2017. También ascendieron los subsidios económicos y, en particular, los asignados a energía: ganaron 5,1 puntos porcentuales en el gasto total. Otras áreas que ganaron participación en función a su crecimiento real son las transferencias corrientes a provincias (+0,3 p.p.) y los gastos en bienes y servicios para el funcionamiento del estado (+0,3 p.p.). Estos últimos rubros, aunque cayeron en términos reales, lo hicieron en menos que lo que cayó el gasto agregado, y por eso ganan participación en el margen, de acuerdo con Iaraf.

Eduardo Fracchia, director del área de Economía del IAE Business School, considera que la estructura de erogaciones argentina tiene características similares a la de naciones europeas con una tradición de estado de bienestar, como Finlandia. Sin embargo, destaca varios problemas en la cobertura de esa vocación estatal de ser benefactor de la sociedad. Por un lado, menciona el desempleo y la falta de dinamismo de la economía para cubrir erogaciones vinculadas a ese problema. Por el otro, la alta ineficiencia del gasto público. Servicios tales como la educación pública o la seguridad están garantizados y su acceso, universalizado. En la Argentina, hay una tendencia a migrar a la privatización de servicios originalmente públicos –generando gastos adicionales en las familias- por la aparente mala calidad o falta de provisión.

Superposiciones, uno de los problemas

Por otro lado, el presupuesto denota ineficacia hacia adentro. Al mirar al interior de las llamadas “aperturas programáticas”, las erogaciones tienden a repetirse, los programas con un mismo objetivo se multiplican y las políticas públicas se superponen. Esto genera un alto nivel de ineficiencia en la gestión administrativa que, en el agregado, provoca desperdicio de recursos. El Banco Interamericano de Desarrollo detectó en 2018 que la ineficiencia del gasto público ascendía al 7,2% en la Argentina, ubicándola como el país con el peor dato en todo el continente. Si bien no se volvieron a repetir semejantes análisis, los especialistas coinciden que ese porcentaje tendió al alza en los últimos tres años.

“Hay un montón de gastos que se superponen, repetidos. Ocurre a nivel federal, es un análisis que debe hacerse incluyendo a provincias y municipios. Se tiene que ver a nivel federal. Además, cuando se ven las erogaciones por áreas – que permite detectar qué tareas asume el Estado- surge la famosa idea ante una necesidad, un derecho. Se multiplican los otorgamientos gratuitos y los ministerios, oficinas y departamentos”, explicó la economista María Castiglioni, directora de la consultora C&T Asesores Económicos.

En términos similares opina Gerardo Sanchis Muñoz. El profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral estudia hace años el “patrimonialismo”. Lo define como la captura del Estado por parte de la utilización política. “La Argentina tiene un déficit estructural por la carga de empleo. El patrimonialismo genera la captura de todos los sistemas públicos constantes y estructurales en la obra pública, las empresas públicas y el sistema de jubilaciones, entre otros. El gasto previsional es el doble del que debiera ser tomando en cuenta la cantidad de personas mayores. Si se suman todos los regímenes provinciales, de privilegios, las mal otorgadas, las pensiones, por ejemplo, por invalidez, la evasión por connivencia con los grandes contribuyentes, la corrupción en los contratos, los agujeros en el presupuesto, son de ocho a 10 puntos del PBI”, dijo. Para Sanchis Muñoz, el patrimonialismo es la causa de la multiplicación de los llamados “ravioles” en el Estado. Es decir, la proliferación de áreas públicas, cargos, beneficios directos y partidas presupuestarias para satisfacer a todos los protagonistas del sector público y de la política.

“El tamaño del Estado, sumando el gasto del Gobierno nacional, las provincias y municipios, ha crecido de forma sistemática desde 2003 hasta 2018. Hasta ese momento mantenía un promedio estable. En particular, pasó de representar el 22% del PBI en 2002 a 41% en 2017. Tras moderarse en 2018 y 2019, volvió a recalentarse con la pandemia y trepó por encima del 42% en 2020. Esto implica que el tamaño del Estado es casi el doble del de 20 años atrás”, indicó Lorena Giorgio, economista jefe de Equilibra. Una de las grandes dificultades para reducir el gasto a nivel nacional es que más del 60% está indexado de alguna manera a la inflación, ya se pasada o esperada. En ese sentido, la economista considera que la única manera de reducir el impacto que este fenómeno genera es un proceso de deflación sostenido con una moderación en las expectativas (por ejemplo, en las paritarias del sector público). Para poder atar esas partidas a una “inflación esperada” menor, primero habrá que estabilizar la macroeconomía. “Hoy en día, la Argentina no cuenta con las condiciones iniciales para poder hacerlo”, opinó.

“Un primer escenario ideal sería que el gasto se licúe con crecimiento económico, pero en la Argentina los últimos períodos de crecimiento han venido acompañados de una ampliación del Estado. Un segundo escenario ideal sería que la recaudación se sostenga no por una suba en las alícuotas que pagan los contribuyentes o la creación de nuevos impuestos, sino con crecimiento del empleo registrado y una mayor formalización de la economía. Hoy aún estamos lejos de ambos escenarios”, agregó Giorgio.

Gran parte de la discusión actual ronda sobre las prioridades estatales. Uno de los rubros que denota mayor caída en el presupuesto en los últimos cinco años es el de gastos de capital, que pasó de un 8% del PBI en 2017 a un 6,1% en 2021. “Hay que revisar las transferencias que hace el Estado a los distintos sectores productivos. Tanto mediante exenciones impositivas como también mediante el crédito subsidiado entre otros. Cuando se reduce el gasto público, la inversión en infraestructura siempre es variable de ajuste. En los últimos cuatro años promedió 1,2% del PIB, muy lejos de lo que necesitamos para revertir el déficit en infraestructura y tener una economía más productiva”, explicó Claudio Caprarulo, economista de Analytica.

Un consenso que existe en este debate es el planteo de la necesidad de ampliarlo. Requiere de discusiones que abarquen múltiples niveles: la clase de Estado que debe promoverse, la manera de hacerlo más eficiente en conjunto con las provincias y municipios, las reformas en profundidad que podrían impulsarse y las consecuencias de tales cambios.

Dólar: pronostican un endurecimiento del cepo en los próximos meses


Es porque el Gobierno se comprometió con el FMI a acumular US$ 5.800 millones en las reservas en el año y el cumplimiento de esa meta está cuestionado.

Por Ezequiel Burgo

El ministro de Economía, Martín Guzmán, dijo el viernes pasado en reportajes que en la última semana aumentaron las reservas del Banco Central.

La comunicación oficial del banco no lo refleja así. El viernes 22 la autoridad monetaria informó que las reservas totalizaban US$ 42.865 millones. Una semana antes, el miércoles 13 (jueves y viernes fueron feriados), fueron US$ 43.302 millones.

No solamente que por ahora las estadísticas del banco no registran el aumento que el funcionario mencionó sino que el mercado empieza a creer que más temprano que tarde el Gobierno tendrá que restringir más los controles y por lo tanto el cepo. Esto es porque de lo contrario incumpliría con el FMI la meta de acumular US$ 5.800 millones para este año.

Las consultoras FMyA, Analytica y Econviews comparten este view.

“El agro está liquidando, el dólar está dejando de atrasarse , pero la demanda de divisas sigue firme, por lo que BCRA no compra reservas”, señala un trabajo de la consultora que dirige Fernando Marull. “En mayo-junio, el agro va a seguir liquidando, pero al BCRA le faltan comprar US$ 2.600 millones todavía. A este ritmo no llega. ¿Solución? Endurecer el cepo, otra vez. Salvo que Argentina reciba del FMI US$1400m, de una ayuda global que esta evaluando el organismo”.

Según Analytica existen más posibilidades de que el Banco Central endurezca el cepo cambiario en los próximos meses porque el aumento de la tasa de inflación es mayor al de la suba del dólar y eso incentiva la compra de productos y servicios importados. “Las importaciones de bienes en marzo alcanzaron los U$S 7,1 mil millones, un récord absoluto para el mercado único y libre de cambios desde su existencia (2003). El valor más alto hasta marzo había sido en agosto de 2013, U$S 6,9 mil millones”.

Una de las metas acordadas con el organismo es el compromiso para acumular US$ 5.800 millones de reservas en el año. “Es evidente que el nivel actual de importaciones no es consistente con ese objetivo -dice Analytica-, la solución menos costosa sería que el gobierno logre revertir las expectativas para impulsar el ingreso de dólares para inversiones y frenar al mismo tiempo la dolarización tanto a través de importaciones como de demanda de dólares financieros. Hoy un camino que parece imposible. Por lo tanto, hacia adelante lo más probable es un endurecimiento del cepo cambiario. Más allá de que en el acuerdo con el FMI se comprometió a su reducción”.

Según los cálculos de Analytica, el Gobierno puede ahorrarse unos U$S 4 mil millones si logra que lsa importaciones crezcan al ritmo que le permite acumular los dólares tal como fue acordado. Para la consultora, “no es necesario que profundice el cepo cambiario a los niveles del 2014-2015”.

El Banco Central administra los pagos de importaciones de acuerdo a la disponibilidad de divisas y hay insumos importados que no se consiguen.

“Con cepo y restricciones para exportar, los dólares necesarios para financiar esas importaciones escasean, especialmente considerando que el Banco Central debe acumular reservas para cumplir con las metas del FMI”, pone Andrés Borenstein en el último informe de Econviews. “Es por ello que en nuestro escenario base proyectamos un enfriamiento de la economía en el próximo trimestre”.

Acuerdo con el FMI: ¿el Gobierno podrá cumplir con las metas este año?


De acuerdo con un informe de la consultora económica Analytica, la Argentina cumplió todas las metas pactadas en el primer trimestre; sin embargo, en lo que resta del año, puede cambiar la tendencia

Por Melisa Reinhold

Luego de la incertidumbre, los roces y las tensiones políticas que generaron las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), finalmente el Gobierno logró cerrar un acuerdo con el organismo multilateral. Ahora, la mirada está puesta en los cumplimientos de las metas pactadas, con una primera adelantada revisión en el próximo mayo.

El programa que se acordó tiene cuatro criterios: la acumulación de reservas internacionales netas (es decir, que el Banco Central logre sumar dólares a sus arcas), reducción del déficit primario, el congelamiento de la deuda pública flotante y la caída del financiamiento del Banco Central al Tesoro (emisión). En todos los casos tienen una progresión trimestral, los cuales están atados a los desembolsos que realizará el Fondo Monetario Internacional.

De acuerdo con un informe de la consultora Analytica, en el primer trimestre del año el país logró cumplir con cada una de las metas acordadas. El déficit fiscal de enero y febrero dejó un margen de más de $129.000 millones para marzo; hasta febrero la deuda flotante acumulada fue de $7500 millones (versus $353.900 millones de meta); la emisión monetaria fue de $122.000 millones (con un tope puesto de $236.800 millones en los primeros tres meses del año) y, gracias al desembolso del FMI por US$9800 millones, en marzo hubo un ingreso neto de dólares por US$5.700 millones (frente a US$1.200 millones de objetivos).

Sin embargo, el resto del año no será igual. El mayor desafío que tendrá que enfrentar el Gobierno será en materia fiscal, donde el contexto internacional y la guerra entre Rusia-Ucrania será clave para analizar el devenir de las cuentas públicas. Ya lo dijo la directora del FMI, Kristalina Georgieva: “Los riesgos para el programa son excepcionalmente altos y los efectos secundarios de la guerra en Ucrania ya se están materializando”.

Sucede que el conflicto repercute en la Argentina en dos frentes diferentes. Según Analytica, el alza de los precios internacionales puede aportar 0,3% puntos del PIB por encima del año pasado en conceptos de derechos de exportación. Por el otro lado, el aumento en el costo de la energía dificulta el objetivo acordado con el organismo internacional de crédito de reducir en 0,6 puntos del PBI el gasto público en subsidios energéticos.

“El directorio del Fondo firmó el acuerdo, pero advirtió que el conflicto bélico podría traer consecuencias y hacer que se tenga que rediscutir las metas de lo pactado. Por ejemplo, en la reducción que puede lograr la Argentina en subsidios energéticos. Si el país cumple los objetivos, teniendo en cuenta la escalada de los precios internacionales, el salto tarifario sería enorme”, explicó Claudio Caprarulo, director de Analytica.

El aumento de la energía presiona el déficit fiscal

Para la consultora económica, en términos fiscales, el shock en el precio de las commodities devenido de la guerra deja, si el Gobierno no modifica su postura, un saldo negativo. Eso dificulta el objetivo anual de déficit fiscal. Por el contrario, ese mismo factor permite mejorar el balance comercial, lo que sumado a los ingresos netos para todo el año asociados al acuerdo (US$5.300 millones) y a los ingresos de capital por parte de otros organismos (US$2.500 millones), vuelven posible el objetivo de acumulación de reservas netas en 2022.

“Por otra parte, la cuenta financiera mejora. Esto es así por el efecto combinado de los créditos netos del BID, Banco Mundial, CAF, y del FMI mencionados previamente. Como resultado, las reservas internacionales se incrementarían aproximadamente en US$7.544 millones. Este resultado contempla que el Gobierno pueda profundizar el cepo principalmente pisando importaciones si la acumulación de reservas no va en línea con el objetivo acordado en el programa con el FMI”, afirmaron.

Finalmente, en cuanto a la meta monetaria, desde Analytica señalan que del déficit fiscal surge un “dato preocupante”: las necesidades de financiamiento difícilmente bajen respecto a 2021. Por ende, la reducción acordada para el déficit primario del sector público podría no cumplirse por 0,3 puntos del producto.

“La intención del Gobierno sería conseguir el financiamiento adicional por mercado, lo que descansa en un supuesto clave: los bancos deberían triplicar su participación en las licitaciones primarias del tesoro. Y, de no cumplirse la meta fiscal, casi quintuplicarla. Si el equipo económico no logra ese objetivo, la brecha cambiaria puede volver a subir. Algo similar a lo que ocurrió en 2020″, agregaron. Si los bancos no se comportan como espera el Gobierno, la brecha sería de 1,5 puntos del producto.

Por lo pronto, el déficit fiscal queda bajo la mira. La aceleración en los precios de los alimentos está presionando al Ejecutivo a aumentar el gasto social y en subsidios energéticos. Sobre todo, teniendo en cuenta que la inflación de marzo fue del 6,7%, lo que incentivó al gobierno de Alberto Fernández a adelantar las paritarias.

“Toda política que busque recomponer salarios y garantizar el acceso a la canasta básica alimentaria es fundamental. Pero debe ser consistente y sostenible en el tiempo, caso contrario en unos meses el problema será aún mayor”, cerró el informe.