Nuevas proyecciones: a cuánto llegará el dólar y la inflación este año


Las estimaciones de 45 consultoras económicas locales e internacionales indican que los precios subirán 56% este año

Por Melisa Reinhold

Este año la Argentina podría registrar la inflación más alta desde 1991, cuando el país estaba transitando la salida de la hiperinflación y la suba generalizada de los precios fue del 84%. Entre la escalada de los precios internacionales por la guerra entre Rusia y Ucrania, los ajustes de tarifas y un mayor movimiento del tipo de cambio oficial, las estimaciones de los economistas se acercan cada vez más a una inflación del 60% para 2022.

Así surge del informe Latin Focus Forecast de abril, estudio que promedia las estimaciones de 45 consultoras y entidades financieras, tanto locales como extranjeras. De acuerdo con los expertos, este año cerrará con una suba de precios del 57%. Este número es 2,8 puntos porcentuales más con respecto a la encuesta previa (54,2%).

Este miércoles se conoció la cifra de marzo, del 6,7%. “Está sin anclas. La economía se encamina a mayores niveles de nominalidad sin cambios de precios relativos significativos, porque no hubo un salto discreto del tipo de cambio y todavía no se vinieron las fuertes correcciones de tarifas. Para todo el año la inflación va a superar el 60%, con riesgos más al alza más que a la baja”, consideró Juan Ignacio Paolicchi, economista de la consultora Empiria.

Al observar en detalle el Latin Focus, las proyecciones más benignas provinieron de parte de Fitch Solutions (40%), Pezco Economics (44,1%) y MAPFRE Economics (44,7%). De la mano contraria, Econométrica S.A. proyectó que habrá una inflación del 73,4%, Banco Galicia del 65% y FIEL del 64%.

Los economistas pronostican una inflación del 57% para este año

Para Soledad Pérez Duhalde, directora de operaciones de Abeceb, una inflación a estos niveles trae varias consecuencias. Entre ellas, se generan mayores tensiones dentro del oficialismo, se distorsionan los precios relativos, repercute en los salarios y en una caída de la actividad, aumenta la conflictividad social porque los grandes impactos de precios se ven reflejados en alimentos y bebidas, eso incentiva al Gobierno a seguir interviniendo en los precios de la economía, y como detonante, afecta a las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

“Hacia delante hay dos cuestiones centrales. Por un lado, cómo se va a resolver el tema de las tarifas energéticas. La Argentina se comprometió ante el FMI a bajar los subsidios, pero producto de la guerra los precios de la energía aumentaron fuerte y, si el país cumple, el salto de tarifas sería muy grande. Por el otro lado, cómo se va a resolver el tema salario. Acá el desafío más grande es cómo recuperar los sueldos sin que generen mayor nominalidad”, añadió Claudio Caprarulo, director de Analytica Consultora.

Dólar oficial arriba de los $150

En los últimos meses, el Banco Central (BCRA) aceleró el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial. Este año ya no podrá utilizarlo como un “ancla” contra la inflación y moverlo al 1%. “Después de haberlo atrasado 18% desde diciembre de 2020 hasta la actualidad, el Gobierno no tiene margen en el marco del acuerdo con el FMI para seguir con esa política cambiaria”, remarcó Paolicchi.

No obstante, es el contexto internacional lo que le está permitiendo al Gobierno correr el tipo de cambio por debajo de la inflación. Por esa razón, los panelistas que participaron del Latin Focus pronostican un dólar mayorista a $156,17 para finales de diciembre, $1,83 menos que en la encuesta pasada ($158). Actualmente, el tipo de cambio oficial se muestra en pantallas a $112,92. Son $43,25 más.

Hoy el mayorista se vende a $112,92

“Los niveles actuales de inflación llevan a querer a pisar más el tipo de cambio. La realidad es que el mundo le ha dado el margen para hacerlo, porque la inflación llegó a todo el mundo, por eso en el Latin Focus las expectativas bajaron. A principios de este año se esperaba que el movimiento sea parecido a la inflación, pero con el fogonazo inflacionario que hay, lo están haciendo menos”, explicó Pérez Duhalde.

En el mismo sentido apuntó Caprarulo, quien remarcó que “ir a la par de la inflación es meterle más leña al fuego”. En provecho de que la inflación es más alta en todo el mundo y el resto de las monedas están sufriendo cierta apreciación, la competitividad del tipo de cambio oficial puede sostenerse sin ir corriendo detrás del aumento de precios. Para eso es clave seguir el Índice de Tipo de Cambio Multilateral, el cual compara el dólar real respecto a las monedas de los principales socios comerciales del país, principalmente Brasil.

Cuánto crecerá la economía este año

De acuerdo con Latin Focus, este año el ritmo de expansión del PIB se moderará “notablemente”, en medio de un efecto base menos favorable y un “enfriamiento” de la demanda interna. Entre el pesimismo de los consumidores y las empresas, una inflación que roza el 60%, falta de reglas claras y escasez de dólares para importar, en 2022 se limitará el crecimiento: la economía crecerá un 2,6%, cifra que no cambia respecto al informe previo.

Para Paolicchi podría haber algunos factores externos que ayuden, aunque también tienen sus riesgos. Por ejemplo, si se confirma una mayor desaceleración en Brasil, la Argentina también podría sufrir por el lado de las exportaciones. Mientras que en materia de consumo, el principal componente, la caída del salario real, “no ayuda”.

El vicepresidente segundo del BCRA, Jorge Carrera, indicó que en marzo los pagos de importaciones acumularon los US$7100 millones, un “récord absoluto”

Pese a las trabas que estableció el Gobierno en materia de importaciones, el vicepresidente segundo del BCRA, Jorge Carrera, indicó que en marzo los pagos de importaciones acumularon los US$7100 millones, un “récord absoluto”Eso explica por qué el Banco Central terminó el primes trimestre del año en posición vendedora, incluso pese a las buenas liquidaciones del agro.

Según Caprarulo, el Gobierno tiene que acumular dólares. Y, para eso, no puede sostener estos niveles de importaciones. Entonces, el Banco Central tiene dos opciones. Por un lado, encareciendo las importaciones mediante un aumento del tipo de cambio oficial, ya que hoy en día los importadores se dolarizan mediante las importaciones, aprovechando que la brecha se ubica en un 70%. O, por el otro lado, con más cepo.

Pero las dos soluciones tienen una contracara, con un menor nivel de crecimiento. En un caso, la inflación se va por las nubes; en el otro, no le permite el desarrollo a los sectores que están atados a las importaciones y necesitan insumos para producir. Al mismo tiempo, no se pueden sostener estos niveles de importaciones porque el Gobierno no puede acumular dólares, un factor clave: más allá del acuerdo con el FMI, en los próximos años se vienen grandes vencimientos de deuda”, cerró.

Según Caprarulo, el Gobierno tiene que acumular dólares. Y, para eso, no puede sostener estos niveles de importaciones. Entonces, el Banco Central tiene dos opciones. Por un lado, encareciendo las importaciones mediante un aumento del tipo de cambio oficial, ya que hoy en día los importadores se dolarizan mediante las importaciones, aprovechando que la brecha se ubica en un 70%. O, por el otro lado, con más cepo.

Pero las dos soluciones tienen una contracara, con un menor nivel de crecimiento. En un caso, la inflación se va por las nubes; en el otro, no le permite el desarrollo a los sectores que están atados a las importaciones y necesitan insumos para producir. Al mismo tiempo, no se pueden sostener estos niveles de importaciones porque el Gobierno no puede acumular dólares, un factor clave: más allá del acuerdo con el FMI, en los próximos años se vienen grandes vencimientos de deuda”, cerró.

¿Billetes más grandes o quita de ceros?: qué necesita la Argentina para facilitar las transacciones


En las últimas semanas se presentaron proyectos de ley para que el BCRA emita papel-moneda de $5.000 y hasta de $10.000. Cuáles son las razones económicas y qué opinan los especialistas

Por Sol Narosky

A raíz del crecimiento sostenido del dinero electrónico, con la expansión de las billeteras digitales, ¿qué necesita más la Argentina en este momento para facilitar las transacciones: sacar billetes de mayor denominación -no sólo de $5.000, sino incluso de $10.000 (que aún estaría por debajo de USD 100 al cambio oficial)- o quitarle ceros a la moneda?

La diputada nacional Ana Carla Carrizo, de Evolución Radical, volvió a presentar el último 18 de marzo un proyecto de ley para que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) emita billetes de $5.000. La primera presentación fue en mayo del 2020.

Según explicó a Infobae la autora del proyecto, la iniciativa tiene un doble objetivo. El primero es económico: “Reducir los costos de emisión en ArgentinaEl billete de mayor denominación, que es el de $1.000, se desvalorizó enormemente desde su primera emisión a fines de 2017. Con una inflación acumulada de más de 420%, hoy se necesitan cinco billetes para adquirir lo mismo que comprábamos con uno en 2017″.

El billete de mayor denominación, que es el de $1.000, se desvalorizó enormemente desde su primera emisión a fines de 2017 (Carrizo)

Y agregó: “La segunda razón es política. Cada vez que se decide emitir un nuevo billete comienza un debate en la Argentina sobre las figuras, que genera una nueva grieta. Queremos cambiar esa práctica desde el Congreso y por eso elegimos las figuras de Cecilia Grierson y Bernardo Houssay para tomar lo que nos identifica del pasado, y reivindicar lo mejor del presente, la ciencia y la paridad en democracia”.

A su vez, diputados de Juntos por el Cambio presentaron en febrero un proyecto para emitir billetes de $2.000, $5.000 y $10.000 con el argumento de que “generará un ahorro a las arcas públicas dado el elevado costo de emisión”. La propuesta fue redactada por el diputado radical Ricardo Buryaile y está firmada por Fabio Quetglas, Paula Omodeo, Laura Castets, Roberto Sánchez, Gabriela Lena, Rubén Manzi, Pablo Torello, Marcos Carasso, Víctor Romero, Gerardo Cipolini, Jorge Vara, Francisco Monti y Martín Arjol.

Sin embargo, según pudo saber Infobaeactualmente no está en la agenda del BCRA emitir un billete de mayor denominación.

La opinión de los expertos

En diálogo con este medio, cuatro especialistas compartieron su perspectiva respecto de si la Argentina necesita billetes con mayor denominación o la quita de ceros para facilitar las transacciones.

Gabriel Caamaño, director de Ledesma, sostuvo que “el desagio, que es sacarle ceros y es cambiar la moneda, implica y es otra cosa… genera cambios informáticos y demás. Lo más fácil es emitir billetes de mayor denominación”. En ese marco, señaló que la razón para emitir billetes de mayor denominación es reducir los costos transaccionales, vinculados al manejo del billete. Obviamente, aclaró, cuando hay más dinero electrónico, esos costos también se van reduciendo. Pero igualmente, deslizó, sigue habiendo un montón de situaciones y razones por las que la gente usa efectivo.

“Cuánto más billetes tenés que mover para respaldar la cantidad de poder adquisitivo de los pesos eso es más caro, esa es la razón para emitir billetes de mayor denominación. Reducir los costos transaccionales tanto de las personas como del sistema financiero para mantenerse ambos provisionados de una cantidad eficiente de efectivo”, aseveró el economista. Y subrayó: “Sería raro largar un desagio sin un plan de estabilización. Tendría que ser parte de otra cosa, solo no tiene sentido. En cambio, emitir billetes de mayor denominación sin un plan de estabilización no sería raro”.

Claudio Caprarulo, director de Analytica Consultora, consideró por su parte que hoy en día tenemos una ventaja -producto de los resultados que se dieron en la pandemia- de una mayor digitalización en los medios de pagos. “Aumentó mucho la digitalización de los pagos y eso quita un poco de presión en esta idea de imprimir billetes de mayor denominación”."Aumentó mucho la digitalización de los pagos y eso quita un poco de presión en esta idea de imprimir billetes de mayor denominación”, dijo Claudio Caprarulo (Adrián Escandar).“Aumentó mucho la digitalización de los pagos y eso quita un poco de presión en esta idea de imprimir billetes de mayor denominación”, dijo Claudio Caprarulo (Adrián Escandar).

Sin embargo, remarcó el economistas que ninguno de los dos caminos se puede hacer de una manera aislada: “Hay que hacerlo dentro de un plan de estabilización o por lo menos dentro de tu política antiinflacionaria para los próximos meses. No va a ser un dato menor. Hacerlo por fuera de ese contexto, no va a terminar resolviendo demasiado las cosas”.

Por un lado, el experto advirtió que cuando hay billetes de mayor denominación de alguna manera esto facilita todo lo que es el mercado en negro, la informalidad.Aunque, por el otro, reconoció que igualmente “es muy ineficiente” mantenerlos como están. “No es la mejor medida para combatir la informalidad que uno deje billetes de baja denominación cuando hay un proceso de inflación alto”.

Para Sebastián Menescaldi, director de la consultora Eco Go, dada la economía informal que tiene el país, “claramente” se necesitan billetes de mayor denominación. Y por el contrario, reflexionó: “No creo que haya que quitarle ningún cero a los billetes hoy porque cada vez que lo hicimos en la historia, implicó un cambio estructural que hoy no lo veo. Es cambiar la moneda y no veo que lo vayan a hacer ahora”.

Una economía que tiene mucha informalidad, necesita mucho de billetes y moneda pese al desarrollo del dinero electrónico”, afirmó. Empero, como desventaja de llevar adelante esta medida, según su visión, esto le facilitaría “el trabajo” a una parte de la economía relacionada con la evasión y lo informal. “Y sumado a esto, también hay algún concepto de que uno está reconociendo que hay más inflación”.

“Una economía que tiene mucha informalidad, necesita mucho de billetes y moneda pese al desarrollo del dinero electrónico” (Menescaldi)

Miguel Boggiano, economista y asesor financiero, hizo hincapié en que “hay que fijarse en el poder adquisitivo: el billete nuestro de $1.000 son USD 5. Antes teníamos un billete que era de USD 100. Hoy hay un problema práctico, no es nuevo. Cuando el kirchnerismo cree que por no hacer billetes de máxima denominación la gente no ve la inflación, es una pavada grande como una casa”. Y a renglón seguido, añadió: “Tienen que facilitar las transacciones. Como estamos hoy, necesitamos mínimo el billete de 10.000 pesos″."Cuando hay billetes de mayor denominación de alguna manera esto facilita todo lo que es el mercado en negro, la informalidad", dijo a Infobae Claudio Caprarulo“Cuando hay billetes de mayor denominación de alguna manera esto facilita todo lo que es el mercado en negro, la informalidad”, dijo a Infobae Claudio Caprarulo

Caamaño estimó que el billete de mayor denominación en Argentina tendría que ser de $5.000 y $10.000 como mínimo. “Y ahí seguiríamos con billetes de poco poder adquisitivo en dólares. El de 10.000 serían USD 50 -graficó-. Eso sería lo mínimo indispensable. Igual, mientras no frenes la nominalidad es una carrera que estás destinado a perder”.

“Cuando el kirchnerismo cree que por no hacer billetes de máxima denominación la gente no ve la inflación, es una pavada grande como una casa” (Boggiano)

Por último, según el director de Analytica Consultora, hoy en día no se puede tomar decisiones que afecten directamente a la circulación o demanda de pesos por fuera de un programa consistente para tratar de desinflar la economía. “Mi idea central es que hoy no se puede tomar una medida aislada”, concluyó.

Los números de la grieta: cuáles son los datos económicos que la explican la tensión creciente entre la Casa Rosada y Cristina Kirchner


Un informe que circuló entre los empresarios explica las razones de las diferencias dentro del oficialismo y las opciones de política que restan para recuperar terreno de cara a las próximas elecciones

Por Martín Kanenguiser

¿Cuáles son las cifras que explican la grieta dentro del oficialismo, más allá del condimento político? ¿Hay datos que justifiquen las profundas divisiones dentro del Frente de Todos? Un informe que circuló entre empresarios brinda una respuesta afirmativa y explica cuáles son las (pocas) alternativas que tiene el Gobierno para saldar estas divergencias y, sobre todo, recuperar márgenes en el año y medio de gestión que le queda y en las elecciones de 2023.

El reporte de Analytica observa que “la grieta en la coalición de gobierno es política, pero básicamente esconde abismales diferencias de manejo de la política económica”.

“Existen razones muy concretas que llevan al cristinismo, por su historia, a establecer posiciones antagónicas respecto de la orientación actual de la política económica, que alcanzaron un clímax en la rotunda negativa al acuerdo con el FMI pero que desde el propio inicio de la gestión muestran visiones opuestas en aspectos clave, como el manejo tarifario”, según el equipo de la consultora que dirige Ricardo Delgado.

En este sentido, destaca que“la profunda controversia de visiones se da en tiempos donde la aceleración inflacionaria exige respuestas inmediatas. En particular porque los muy positivos datos de empleo del cuarto trimestre de 2021 conocidos la semana pasada siguen sin lograr revertir los niveles de pobreza”.

La profunda controversia de visiones se da en tiempos donde la aceleración inflacionaria exige respuestas inmediatas

“Aun cuando el desempleo se ubica en mínimos desde 2016 (7%) y la tasa de empleo en máximos (43,6% de la población total), la vulnerabilidad social permanece”, se expresó. En buena medida, porque la recuperación del empleo de calidad en el sector privado resulta muy lenta. En contexto, “aún la región latinoamericana no recuperó los niveles de empleo de 2019, según la OIT”

En términos de pobreza, la última medición mostró una mejora de tres puntos respecto del 40,6% del primer semestre del 2021, pero se prevé que con una inflación que rondará el 60%, rebote nuevamente al 40%, estimó el informe.“De cara a las presidenciales de 2023, no aliviar el cuadro social socavará las chances oficialistas de captar la porción de las clases medias que definen una elección hoy pareja”, destaca el  informe privado (EFE)“De cara a las presidenciales de 2023, no aliviar el cuadro social socavará las chances oficialistas de captar la porción de las clases medias que definen una elección hoy pareja”, destaca el informe privado (EFE)

Una de las explicaciones de este pésimo dato “está en el estancamiento, a un bajo nivel, de los salarios reales desde el tercer trimestre de 2019, como resultado de una productividad también estancada”.

Por otra parte, “se atraviesa un pico histórico de los términos del intercambio, que genera ganancias extraordinarias en el sector exportador y presiona sobre los precios internos, en particular en los alimentos, que en febrero aumentaron 7,5% y para marzo posiblemente ese porcentaje sea un piso”.

Una de las principales razones de la mala situación económica está en el estancamiento de los salarios reales desde el tercer trimestre de 2019, como resultado de una productividad también estancada

Estas condiciones objetivas, según Analytica, “profundizan la grieta en el oficialismo, ya que aparecen las necesidades tanto de redistribuir ingresos como de contener las presiones inflacionarias”, tal como lo expresaron en los últimos días diversos referentes del kirchnerismo, como el gobernador bonaerense Axel Kicillof.

Claro que, como sostiene Analytica, “en la posibilidad fáctica de hacerlo, con el Fondo de auditor, está el núcleo del conflicto”. “De cara a las presidenciales de 2023, no aliviar el cuadro social socavará las chances oficialistas de captar la porción de las clases medias que definen una elección hoy pareja”, agrega.

En este sentido, se resaltó que “el dilema del cristinismo es que la actual dinámica de crecimiento, generación de empleo y los nuevos términos del intercambio no derrama sobre los indicadores sociales y los instrumentos utilizados para alcanzar esta redistribución en la gestión CFK ya no están disponibles, porque hay un acuerdo con el FMI”. También, porque los stocks que existían en aquel momento se gastaron y no hubo una política fiscal anticíclica que permitiera afrontar crisis como la pandemia o la actual guerra en Europa.

Dada esta situación, “es probable que, al igual que lo sucedido en 2020, haya nuevos retrocesos en la participación del trabajo en el ingreso. Es decir, están dadas las condiciones para que los recursos extraordinarios, dada la necesidad de estabilizar la macro, no puedan ser redistribuidos”. Al respecto, la última medición del Indec sobre distribución del ingreso mostró que el coeficiente de Gini, una medición estandarizada de desigualdad, se redujo en comparación con el cuarto trimestre de 2020.

“La evolución del empleo, los salarios y la productividad en la última década refleja momentos donde los picos de empleo no fueron acompañados por la productividad y el salario”, se aclaró.

En este sentido, “es claro que, a pesar de la fuerte recuperación del empleo en la última parte de 2021, la productividad sigue en niveles mínimos, y estancada desde hace una década: 11% por debajo de 2011-15 y -7% de 2016-19. Esto dificulta la posibilidad de recuperar los salarios reales en contextos como el actual. Como se observa, los salarios siguen a la productividad desde el inicio de la crisis en 2018″.

Las diferencias conceptuales

En este eje, presuntamente, “se abre la diferencia conceptual de la gestión Fernández con el cristinismo.En el segundo gobierno de Cristina Kirchner (2011-2015), los salarios reales crecieron a pesar del estancamiento de la productividad”. Esta mejora se logró “alterando los precios relativos a través de tres mecanismos típicos:

En el segundo gobierno de Cristina Kirchner (2011-2015), los salarios reales crecieron a pesar del estancamiento de la productividad

-”Planchar tarifas respecto de la inflación, lo que aumenta el poder de compra de los ingresos en pesos. Dado que los servicios públicos son muy inelásticos, al menos a cierto nivel de consumo, reducir sus precios hace caer la participación del gasto en electricidad, gas y agua en la canasta de consumo de las familias, liberando recursos para el consumo de otros bienes y servicios”.

-”Apreciar el tipo de cambio real.Gran parte del consumo aspiracional está compuesto de bienes y servicios transables (bienes durables, viajes al exterior, etc.). Por lo tanto, retrasar el tipo de cambio aumenta el poder de compra de los salarios en este tipo de bienes y servicios”.

-”Aumentar las retenciones a las exportaciones, lo que no sólo incrementa la recaudación fiscal y descomprime las presiones para aumentar las tarifas, sino que también disminuye el traslado a la inflación de los precios de las exportaciones”.

Claro está que “todas estas estrategias ahora están limitadas por el acuerdo con el FMI y, más estructuralmente, por una inflación superior y más consolidada a la de entonces”.

“El instrumento más discutido y obvio es la política sobre las tarifas públicas. El FMI requiere que el ajuste fiscal provenga del recorte de los subsidios a la energía, lo que dividió aguas al interior del gobierno. Por su parte, no hay espacio para una mayor apreciación cambiaria. El divorcio entre productividad y salarios entre 2011 y 2015 se dio a un costo muy marcado en términos de reservas netas del Banco Central (medidas en meses de importaciones)”, admitió el informe del equipo que dirige Claudio Caprarulo.

A su vez, “los términos de intercambio tocaron máximos, el tipo de cambio se apreció (entre 2011 y 2013). Cuando se estabilizaron, también lo hizo el tipo de cambio real. Aun así, entre 2013 y 2014 se siguieron perdiendo reservas por los efectos de la apreciación”.

“El último tramo de la segunda gestión de CFK se atravesó con una fuerte apreciación y agotamiento de las reservas netas”, por la falta de crecimiento y por el uso de estos recursos para pagar la deuda del país en lugar de arreglar la situación con los acreedores externos para volver al mercado voluntario.

Dilemas y tentaciones

Ante la imposibilidad de “generar las condiciones para aumentos sustanciales del salario real que alivien la condición social, el gobierno podría estar tentado de contener a los sectores más golpeados mediante transferencias directas del Estado (bonos para jubilaciones, apoyo a programas sociales, asignaciones familiares, etc.)”. Cabe recordar que en 2021 “este gasto representó 11,8% del PIB, de los cuales 8,1% se destinaron a jubilaciones y pensiones”.

El gobierno podría estar tentado de contener a los sectores más golpeados mediante transferencias directas

“Un eventual incremento de estas partidas complicaría el cierre fiscal de la meta acordada con el FMI, está claro. Pero reducirlas llevaría a resultados igualmente indeseados”.

“Estas tensiones permanentes de concepto seguirán marcando el rumbo del gobierno en su último tramo de gestión”, concluyó Analytica, como fiel reflejo de los disparos cruzados cotidianos entre las diferentes facciones del oficialismo, mientras la sociedad mira con asombro a la espera de algún alivio.

Cantan sirenas y vuelven los magos, pero los acuerdos no aparecen


Por Ricardo Delgado

La magia pretende volver a la economía argentina. Como las sirenas de Ulises, algunos iluminados renuevan sus apuestas por la dolarización, en tanto otros vienen proponiendo incluso hasta eliminar el Banco Central. Están también los que tienen recurrentes sueños de convertibilidad como la solución para la macro local. Todos, de una manera u otra, buscan capitalizar el comprensible descrédito que sufre la política y suplir el vacío con dosis de pensamiento mágico, alejado de las mejores experiencias internacionales y más próximo a la arenga tribal o al facilismo de los 140 caracteres de Twitter. Es más, resulta extraño que, por ahora, la única propuesta parlamentaria para adoptar el dólar como moneda de curso legal haya sido la de un diputado del radicalismo, partido ubicado históricamente en las antípodas de esos extraños experimentos.

Numerosa es la evidencia en contra de las experiencias dolarizadoras, desde la obvia pérdida de soberanía monetaria y la mayor fragilidad fiscal (por la pérdida del señoreaje) hasta una menor protección ante los impactos de las crisis externas, la adopción de la productividad norteamericana como patrón de especialización industrial y una mayor variabilidad en el crecimiento económico, por citar apenas algunas. En los escasos y siempre pequeños países donde fue implementada, hubo episodios de inflación en dólares y el costo financiero para los Estados y las empresas, si bien se redujo, no alcanzó los estándares de los Estados Unidos. Para su implementación, Ecuador debió canjear los depósitos por un bono, una especie de Plan Bonex argentino de comienzos de los años noventa.

Es bastante evidente que la dolarización no resuelve los desequilibrios macro para los que está llamada, y en algunos casos éstos incluso podrían agudizarse. Dolarizar sin dólares en el Banco Central resulta una operación suicida, de impensados efectos sociales y productivos. Más aún, hay múltiples casos de países que corrieron hacia la otra dirección, desdolarizándose con mayor o menor éxito, como lo refleja un paper de Eduardo Levy-Yeyati (Dolarización y desdolarización financiera en el nuevo milenio, Fondo Latinoamericano de Reservas, enero 2021).

Sin embargo, la magia tiene su encanto y también seguidores. La respuesta a la pregunta del por qué, por ciclos, las sirenas cantan y retornan los magos con propuestas efectistas pero inviables es simple: porque la política en sentido amplio (incluyendo no sólo a la tradicional díada gobierno-oposición sino también a los actores económicos, financieros y sociales privados) apenas, y con suerte, diagnostica los problemas y tal vez aporta ciertas ideas de solución. Pero no resultados. No más que eso. Es interesante indagar las razones por las que todo queda ahí, en declamaciones, papeles y gráficos sobre lo que debe hacerse, sin lograr traspasar la frontera de modo de generar espacios de encuentro que posibiliten cierto nivel de acuerdo que ayude a estabilizar las expectativas sociales.

La dirigencia parece tener claro el qué, no el cómo. Y en general, procrastina la decisión. En la negativa sistemática del presidente Fernández a presentar un plan económico, más allá de que siempre lo haya, se resume bien esta incapacidad. El acuerdo con el FMI, una hoja de ruta necesaria para ordenar el rumbo, mantiene esa misma lógica; con metas trimestrales y objetivos explícitos, orienta pero nada dice acerca de los medios para alcanzarlos. Y entonces, por ejemplo, subsisten dudas acerca de cómo se hará para aumentar las tarifas públicas de modo de reducir la cuenta de subsidios y así cumplir con la meta de déficit primario.

En estos 39 años de democracia fueron pocos los momentos donde las decisiones y acciones políticas entre lo público y lo privado lograron coordinarse, con la particularidad de que en todos ellos la crisis ya estaba desatada. Eran los tiempos del plan Austral, en junio de 1985, con inflaciones de 40% al mes; de la convertibilidad, en abril de 1991, luego de dos años con aumentos de precios acumulados superiores al 5.000% o del acuerdo Duhalde-Alfonsín que posibilitó reconfigurar la gobernabilidad luego de su estallido, en 2002. El cómo hacerlo surgió en todos los casos ante el riesgo cierto de disolución, del descontento generalizado que amenaza con arrasar el sistema. El único elemento coordinador, entonces, que permitiría alcanzar pactos y acuerdos, aunque sean implícitos, sería nada más que el temor. Así, una inflación del 5-6% mensual como la actual no estaría dentro de la zona de riesgo que incomode la estabilidad política motivando correcciones.

¿Se hará una lectura inteligente del pasado o la dinámica política continuará imaginando que procrastinar es una opción? Surgen esbozos de reacción tanto en las sugerencias de Sergio Massa de construir consensos sobre temas críticos desde el Parlamento como en las de Horacio Rodríguez Larreta de unificar el 70% del electorado bajo reglas comunes. Sin embargo, estas movidas quedarán en meras gestualidades si el gobierno, con el presidente al frente, no las hace propias. Quien mueve la partida, compleja si las hay, no es más que la decisión política del ejecutivo, cercado en su propia interna. Bajo esta dura restricción, es difícil proyectar ciertos acuerdos mínimos antes de las elecciones de 2023.

En las sociedades modernas, las soluciones en general no surgen de los bordes del sistema, de los atajos mágicos, sino de los marcos institucionales y regulatorios. Pero no basta con desnudar el truco y desenmascarar a los farsantes. La política en sentido amplio debe encontrar la manera de alcanzar pactos elementales y sobre todo, de comunicarlos bien, ya que en los primeros tiempos lo único tangible para la mayoría será la esperanza.