El blue marcó un nuevo récord de $226 y se disparó el riesgo país, que llegó a 2400 puntos


El tipo de cambio paralelo avanzó dos pesos; el índice que elabora el JP Morgan tocó un récord poscanje, ya que los bonos se hundieron hasta 9%.

Por Melisa Reinhold

El dólar blue rompió un nuevo récord histórico. Entre la crisis de la deuda financiera en pesos, la escasez de reservas del Banco Central (BCRA) y una inflación que se encamina a alcanzar el valor más alto desde 1991, el tipo de cambio paralelo consolidó su tendencia al alza y el riesgo país escaló hasta los 2400 puntos básicos.

En la última rueda de la semana, los arbolitos de la city porteña vendieron el blue a $226, $2 más que en la jornada previa (+0,9%). Se trató del valor nominal más alto del que se tenga registro.

Si se tiene en cuenta el recorrido completo, el paralelo acumuló una suba de $10 en la semana (+4,6%) y de $20 en todo el año (+9,7%). “En comparación con los financieros, el blue es el que menos aumentó desde que los bonos atados a la inflación sufrieran una fuerte caída”, indicó Claudio Caprarulo, economista de Analytica.

En otras provincias, el billete estadounidense cotizó incluso más arriba. En Tierra del Fuego y Santa Cruz se vendió a $230, mientras que en el interior de Buenos Aires, Córdoba, Salta y Santa Fe, las cuevas comercializaron la divisa a $229, de acuerdo con información de Infodolar.

Los tipos de cambio financieros cerraron sin grandes movimientos, pese a que durante las primeras horas del día llegaron a caer hasta $4. El dólar MEP, instrumento que se opera mediante bonos y permite sortear las restricciones cambiarias que rigen en el país de forma legal, se ofreció a $231,05, una baja diaria de $0,71 (-0,3%).

El contado con liquidación (CCL) mediante títulos AL30, una herramienta habilitada del mercado para girar los dólares fuera de la Argentina, cotizó a $236,36, $1 menos (-0,4%). Aún se encuentra a $8 de distancia de su récord histórico, los $244,61, cifra que alcanzó a fines de enero.

La disparada de los dólares libres comenzó dos jueves atrás, cuando los fondos comunes de inversión salieron de forma masiva de los bonos que ajustan por inflación (CER). “Es el peor de todos los males, no nos olvidemos que el Gobierno necesita sostener la deuda en pesos para financiarse. Por eso, después de la corrida contra los pesos, subieron los tipos de cambio libres. Ayer, los financieros descontaron un poco esa sobrerreacción, porque habían escalado muy fuerte”, remarcó Fernando Camusso, director de Rafaela Capital.

En el otro extremo del mercado cambiario, el dólar oficial mayorista se ofreció a $124,24. Así, la brecha con el blue se ensanchó a un 81,9% y escala hasta un 90% si se lo contrasta con el contado con liqui. Para Camusso, esas diferencias de precios explican por qué el Banco Central no logra acumular reservas.

“Nunca te van a quedar dólares genuinos porque la brecha es muy grande. Cuando se está a estos niveles y no hay un esquema de unificación cambiaria, el tipo de cambio comercial te queda muy barato y no hay forma de llegar a un equilibrio de recuperación de reservas, incluso aunque el campo liquide a muy buen récord”, completó.

El dólar oficial minorista se vendió en el Banco Nación a $128,75. Para los compradores del billete “solidario”, a esa cotización hay que sumarle un recargo del 30% de impuesto PAIS y 35% de Ganancias, lo que da como resultado un dólar a $212,46.

Temores globales y locales

Los temores internacionales también afectan al mercado local. Luego de que la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) subiera las tasas de interés, los inversores se alejaron de los países emergentes y el dólar se fortaleció a nivel global. En ese contexto, el riesgo país alcanzó un nuevo máximo.

Al final de la jornada, el índice elaborado por el JP Morgan avanzó 5% y se posicionó en los 2400 puntos básicos, el valor más alto desde que el Gobierno reestructuró la deuda con privados en agosto de 2020. Frente al 1° de enero, ya acumula una escalada de 703 puntos (+41,4%).

El alza del riesgo país se da como consecuencia de la caída de los bonos del último canje de deuda. En el exterior, los títulos soberanos registraron un rojo de entre un 1,3% (Bonar 2038) y 9% (Global 2046). A nivel local, se hundieron entre 1,9% (Global 2035) y 5,1% (Global 2046).

“El riesgo país y la caída en el precio de los bonos locales son el reflejo de una situación de mucha fragilidad. La inflación se desacelera, pero sigue en porcentajes muy altos y el Central no puede acumular dólares en la etapa más favorable para ese fin. A eso hay que sumar que está en duda la sostenibilidad del programa monetario y financiero del Gobierno después del fuerte retiro de los FCI”, apuntó Caprarulo.

Desde Cohen Investment remarcaron que los bonos soberanos en dólares alcanzaron nuevos mínimos. Es un dato clave para la Argentina, ya que complica cada vez más el acceso a los mercados internacionales. Si el país emitiera nueva deuda, la tasa que debería pagar sería del 40%.

En el mercado accionario, el S&P Merval operó en las 82.605 unidades (-0,7%). En cambio, las acciones argentinas que cotizan en la bolsa de Nueva York operaron mixtas. Por un lado, los papeles de Despegar rebotaron un 11,2%, seguidos por los de Mercado Libre (+5,8%) y Globant (+3,3%). Por el otro, retrocedieron Telecom (-5,4%), Edenor (-2,9%) y el Grupo Financiero Galicia (-2%).

Mitos y realidades: ¿hasta qué punto es hoy posible bajar el gasto público en la Argentina?


Las rigidez del presupuesto, el gasto ascendente en los últimos años y su vinculación con el déficit e inflación están en el centro de la atención; cuáles son las posibilidades y cuáles los límites para concretar algunas medidas de las que se habla

Por Camila Dolabjian

Por primera vez en décadas revive un debate en la discusión pública. La estructura del presupuesto, los gastos y la eficiencia del Estado están bajo la lupa, de la mano de algunos dirigentes y figuras que comenzaron a manifestar revisiones e ideas vinculadas a reformas en las prioridades estatales. Cerrar ministerios, privatizar empresas, reducir o reencauzar las transferencias en políticas sociales, reestructurar el sistema previsional y “achicar el gasto de la política” son tan solo algunas de las propuestas.

Se abre un amplio espectro de preguntas en el que -según coinciden los especialistas- hacen falta diagnósticos y derribar algunos mitos, si lo que se busca es comprender la viabilidad de las propuestas, y la vinculación de las políticas que tiendan a reducir o modificar la estructura del Estado, que con otros fenómenos, como la inflación.

La relación entre la inflación y el presupuesto público es considerada una serpiente que se come la cola, potenciada cuando las partidas se financian con emisión monetaria en vez de un aumento en los ingresos. Pero, además, el nivel de gasto no es sostenible sin altos niveles de aumento en los precios porque estos licúan las obligaciones del estado (dado el nivel de rigidez).

En los últimos 11 años, el gasto considerado como “rígido” creció. En 2010, representaba el 83,4% de los expendios públicos. Ese índice llegó en 2021 al 90,2%. Los datos se desprenden de un estudio realizado por la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), que analiza la rigidez del gasto de acuerdo con dos criterios. Por un lado, el de su naturaleza, y por el otro, el de la fuente de financiamiento que tienen determinados gastos. Al relacionar ambos conceptos, se identifican aquellos gastos menos rígidos que son financiados con recursos de libre disponibilidad. Representaron el 9,8% del presupuesto el año pasado. Es una foto del presente, de cuánto margen habría para reasignar o disminuir en el corto plazo.

Los gastos rígidos están compuestos mayoritariamente por las jubilaciones y pensiones, las remuneraciones al personal del Estado, los intereses de la deuda y las asignaciones familiares, entre otros. De acuerdo con el análisis, implican alrededor de dos tercios de los gastos totales (66,9%), con máximos de 80,0% en 2019 y mínimos de 57,9% en 2014.

Cerca del 20% del gasto, en tanto, se considera con rigidez media. Se trata, por ejemplo, de subsidios a la energía y al transporte, programas sociales y algunos servicios. Las “erogaciones flexibles” (13,2%) son gastos de capital, transferencias a provincias y bienes de consumo.

“El componente del gasto con rigidez alta no solo representa la mayor proporción del gasto total, sino que también ha sido el que ha tenido mayor dinamismo en el período analizado. Explica el 84% del crecimiento registrado en el gasto total de la administración nacional; entre 2010 y 2010 su ponderación pasó de 19,8% a 25,5% del Producto Interno Bruto”, destacan desde la OPC.

Claro está que la rigidez presupuestaria es un concepto que evidencia el grado de resistencia institucional e inercia que lleva el presupuesto. No es permanente. Los criterios subjetivos con los que se la evalúa permiten detectar el nivel de reformas y políticas públicas que se requerirían para llevar adelante modificaciones sustanciales. Para los analistas, reflejan los roles y funciones que asumió el sector público en las últimas décadas. Tiene componentes positivos (como garantizar una política en el tiempo) y negativos (inflexibilidad para reaccionar ante imprevistos, como una pandemia o una guerra).

Cuatro motivos para que la existencia de gastos rígidos

Se identifican cuatro principales motivos por los que se desarrolla la rigidez presupuestaria. Hay políticas que se desarrollan vinculadas al “principio de beneficio” o, en otras palabras, que son diseñadas para beneficiar a aquellos que las financian (como políticas de salud o seguridad social). Otras se sustentan en derechos y garantías establecidos en distintas regulaciones, que provocan asignaciones específicas de recursos con el objeto de proteger ciertos gastos. En tercer lugar, están las transferencias intergubernamentales, las cuáles se vinculan al grado de descentralización de la política fiscal y, por último, las rigideces vinculadas a marcos legales (leyes o contratos), como los pagos de intereses de la deuda pública, la indexación de salarios y jubilaciones, reglas fiscales y fondos de estabilización.

A pesar de que el gasto rígido creció, las erogaciones primarias del año 2021 cayeron un 6,5% respecto a 2017, medido en moneda constante del mes de diciembre de 2021 y según un estudio hecho por el Iaraf. Mantener el nivel de gasto de 2017 en términos reales hubiese implicado gastar $800.000 millones más el año pasado. Según los economistas del Iaraf, la caída del gasto entre períodos se apoya en una rebaja bastante generalizada en cuanto a los diferentes rubros. Los que no bajaron, sin embargo, fueron los gastos referidos a la energía y los de algunos programas sociales.

En el conjunto de programas sociales que incluye al plan Progresar y Argentina Trabaja, entre otros, se registró un aumento real de 360% respecto de 2017, una diferencia que equivale a $717.000 millones. Todo el resto de las prestaciones sociales tuvieron un recorte real de gasto.

Pese a que se trata de uno de los más rígidos, el gasto relacionado con la pasividad (el de las jubilaciones y pensiones contributivas y no contributivas y el del PAMI) es el que más relevancia perdió dentro de la estructura del gasto total en los últimos cuatro años. Resignó 4,1 puntos porcentuales de participación en el gasto total. El dedicado a salarios resignó 2,4 puntos porcentuales de su participación y los gatos de capital perdieron participación por 1,9 puntos (1,5 puntos las transferencias de capital a provincias y 0,4 puntos la obra pública nacional).

A su vez, la línea de gastos que más creció en importancia relativa fue la de subsidios o planes sociales que administra la Anses, que en 2021 representaron 5,9 puntos más del gasto total que en 2017. También ascendieron los subsidios económicos y, en particular, los asignados a energía: ganaron 5,1 puntos porcentuales en el gasto total. Otras áreas que ganaron participación en función a su crecimiento real son las transferencias corrientes a provincias (+0,3 p.p.) y los gastos en bienes y servicios para el funcionamiento del estado (+0,3 p.p.). Estos últimos rubros, aunque cayeron en términos reales, lo hicieron en menos que lo que cayó el gasto agregado, y por eso ganan participación en el margen, de acuerdo con Iaraf.

Eduardo Fracchia, director del área de Economía del IAE Business School, considera que la estructura de erogaciones argentina tiene características similares a la de naciones europeas con una tradición de estado de bienestar, como Finlandia. Sin embargo, destaca varios problemas en la cobertura de esa vocación estatal de ser benefactor de la sociedad. Por un lado, menciona el desempleo y la falta de dinamismo de la economía para cubrir erogaciones vinculadas a ese problema. Por el otro, la alta ineficiencia del gasto público. Servicios tales como la educación pública o la seguridad están garantizados y su acceso, universalizado. En la Argentina, hay una tendencia a migrar a la privatización de servicios originalmente públicos –generando gastos adicionales en las familias- por la aparente mala calidad o falta de provisión.

Superposiciones, uno de los problemas

Por otro lado, el presupuesto denota ineficacia hacia adentro. Al mirar al interior de las llamadas “aperturas programáticas”, las erogaciones tienden a repetirse, los programas con un mismo objetivo se multiplican y las políticas públicas se superponen. Esto genera un alto nivel de ineficiencia en la gestión administrativa que, en el agregado, provoca desperdicio de recursos. El Banco Interamericano de Desarrollo detectó en 2018 que la ineficiencia del gasto público ascendía al 7,2% en la Argentina, ubicándola como el país con el peor dato en todo el continente. Si bien no se volvieron a repetir semejantes análisis, los especialistas coinciden que ese porcentaje tendió al alza en los últimos tres años.

“Hay un montón de gastos que se superponen, repetidos. Ocurre a nivel federal, es un análisis que debe hacerse incluyendo a provincias y municipios. Se tiene que ver a nivel federal. Además, cuando se ven las erogaciones por áreas – que permite detectar qué tareas asume el Estado- surge la famosa idea ante una necesidad, un derecho. Se multiplican los otorgamientos gratuitos y los ministerios, oficinas y departamentos”, explicó la economista María Castiglioni, directora de la consultora C&T Asesores Económicos.

En términos similares opina Gerardo Sanchis Muñoz. El profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral estudia hace años el “patrimonialismo”. Lo define como la captura del Estado por parte de la utilización política. “La Argentina tiene un déficit estructural por la carga de empleo. El patrimonialismo genera la captura de todos los sistemas públicos constantes y estructurales en la obra pública, las empresas públicas y el sistema de jubilaciones, entre otros. El gasto previsional es el doble del que debiera ser tomando en cuenta la cantidad de personas mayores. Si se suman todos los regímenes provinciales, de privilegios, las mal otorgadas, las pensiones, por ejemplo, por invalidez, la evasión por connivencia con los grandes contribuyentes, la corrupción en los contratos, los agujeros en el presupuesto, son de ocho a 10 puntos del PBI”, dijo. Para Sanchis Muñoz, el patrimonialismo es la causa de la multiplicación de los llamados “ravioles” en el Estado. Es decir, la proliferación de áreas públicas, cargos, beneficios directos y partidas presupuestarias para satisfacer a todos los protagonistas del sector público y de la política.

“El tamaño del Estado, sumando el gasto del Gobierno nacional, las provincias y municipios, ha crecido de forma sistemática desde 2003 hasta 2018. Hasta ese momento mantenía un promedio estable. En particular, pasó de representar el 22% del PBI en 2002 a 41% en 2017. Tras moderarse en 2018 y 2019, volvió a recalentarse con la pandemia y trepó por encima del 42% en 2020. Esto implica que el tamaño del Estado es casi el doble del de 20 años atrás”, indicó Lorena Giorgio, economista jefe de Equilibra. Una de las grandes dificultades para reducir el gasto a nivel nacional es que más del 60% está indexado de alguna manera a la inflación, ya se pasada o esperada. En ese sentido, la economista considera que la única manera de reducir el impacto que este fenómeno genera es un proceso de deflación sostenido con una moderación en las expectativas (por ejemplo, en las paritarias del sector público). Para poder atar esas partidas a una “inflación esperada” menor, primero habrá que estabilizar la macroeconomía. “Hoy en día, la Argentina no cuenta con las condiciones iniciales para poder hacerlo”, opinó.

“Un primer escenario ideal sería que el gasto se licúe con crecimiento económico, pero en la Argentina los últimos períodos de crecimiento han venido acompañados de una ampliación del Estado. Un segundo escenario ideal sería que la recaudación se sostenga no por una suba en las alícuotas que pagan los contribuyentes o la creación de nuevos impuestos, sino con crecimiento del empleo registrado y una mayor formalización de la economía. Hoy aún estamos lejos de ambos escenarios”, agregó Giorgio.

Gran parte de la discusión actual ronda sobre las prioridades estatales. Uno de los rubros que denota mayor caída en el presupuesto en los últimos cinco años es el de gastos de capital, que pasó de un 8% del PBI en 2017 a un 6,1% en 2021. “Hay que revisar las transferencias que hace el Estado a los distintos sectores productivos. Tanto mediante exenciones impositivas como también mediante el crédito subsidiado entre otros. Cuando se reduce el gasto público, la inversión en infraestructura siempre es variable de ajuste. En los últimos cuatro años promedió 1,2% del PIB, muy lejos de lo que necesitamos para revertir el déficit en infraestructura y tener una economía más productiva”, explicó Claudio Caprarulo, economista de Analytica.

Un consenso que existe en este debate es el planteo de la necesidad de ampliarlo. Requiere de discusiones que abarquen múltiples niveles: la clase de Estado que debe promoverse, la manera de hacerlo más eficiente en conjunto con las provincias y municipios, las reformas en profundidad que podrían impulsarse y las consecuencias de tales cambios.

Acuerdo con el FMI: ¿el Gobierno podrá cumplir con las metas este año?


De acuerdo con un informe de la consultora económica Analytica, la Argentina cumplió todas las metas pactadas en el primer trimestre; sin embargo, en lo que resta del año, puede cambiar la tendencia

Por Melisa Reinhold

Luego de la incertidumbre, los roces y las tensiones políticas que generaron las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), finalmente el Gobierno logró cerrar un acuerdo con el organismo multilateral. Ahora, la mirada está puesta en los cumplimientos de las metas pactadas, con una primera adelantada revisión en el próximo mayo.

El programa que se acordó tiene cuatro criterios: la acumulación de reservas internacionales netas (es decir, que el Banco Central logre sumar dólares a sus arcas), reducción del déficit primario, el congelamiento de la deuda pública flotante y la caída del financiamiento del Banco Central al Tesoro (emisión). En todos los casos tienen una progresión trimestral, los cuales están atados a los desembolsos que realizará el Fondo Monetario Internacional.

De acuerdo con un informe de la consultora Analytica, en el primer trimestre del año el país logró cumplir con cada una de las metas acordadas. El déficit fiscal de enero y febrero dejó un margen de más de $129.000 millones para marzo; hasta febrero la deuda flotante acumulada fue de $7500 millones (versus $353.900 millones de meta); la emisión monetaria fue de $122.000 millones (con un tope puesto de $236.800 millones en los primeros tres meses del año) y, gracias al desembolso del FMI por US$9800 millones, en marzo hubo un ingreso neto de dólares por US$5.700 millones (frente a US$1.200 millones de objetivos).

Sin embargo, el resto del año no será igual. El mayor desafío que tendrá que enfrentar el Gobierno será en materia fiscal, donde el contexto internacional y la guerra entre Rusia-Ucrania será clave para analizar el devenir de las cuentas públicas. Ya lo dijo la directora del FMI, Kristalina Georgieva: “Los riesgos para el programa son excepcionalmente altos y los efectos secundarios de la guerra en Ucrania ya se están materializando”.

Sucede que el conflicto repercute en la Argentina en dos frentes diferentes. Según Analytica, el alza de los precios internacionales puede aportar 0,3% puntos del PIB por encima del año pasado en conceptos de derechos de exportación. Por el otro lado, el aumento en el costo de la energía dificulta el objetivo acordado con el organismo internacional de crédito de reducir en 0,6 puntos del PBI el gasto público en subsidios energéticos.

“El directorio del Fondo firmó el acuerdo, pero advirtió que el conflicto bélico podría traer consecuencias y hacer que se tenga que rediscutir las metas de lo pactado. Por ejemplo, en la reducción que puede lograr la Argentina en subsidios energéticos. Si el país cumple los objetivos, teniendo en cuenta la escalada de los precios internacionales, el salto tarifario sería enorme”, explicó Claudio Caprarulo, director de Analytica.

El aumento de la energía presiona el déficit fiscal

Para la consultora económica, en términos fiscales, el shock en el precio de las commodities devenido de la guerra deja, si el Gobierno no modifica su postura, un saldo negativo. Eso dificulta el objetivo anual de déficit fiscal. Por el contrario, ese mismo factor permite mejorar el balance comercial, lo que sumado a los ingresos netos para todo el año asociados al acuerdo (US$5.300 millones) y a los ingresos de capital por parte de otros organismos (US$2.500 millones), vuelven posible el objetivo de acumulación de reservas netas en 2022.

“Por otra parte, la cuenta financiera mejora. Esto es así por el efecto combinado de los créditos netos del BID, Banco Mundial, CAF, y del FMI mencionados previamente. Como resultado, las reservas internacionales se incrementarían aproximadamente en US$7.544 millones. Este resultado contempla que el Gobierno pueda profundizar el cepo principalmente pisando importaciones si la acumulación de reservas no va en línea con el objetivo acordado en el programa con el FMI”, afirmaron.

Finalmente, en cuanto a la meta monetaria, desde Analytica señalan que del déficit fiscal surge un “dato preocupante”: las necesidades de financiamiento difícilmente bajen respecto a 2021. Por ende, la reducción acordada para el déficit primario del sector público podría no cumplirse por 0,3 puntos del producto.

“La intención del Gobierno sería conseguir el financiamiento adicional por mercado, lo que descansa en un supuesto clave: los bancos deberían triplicar su participación en las licitaciones primarias del tesoro. Y, de no cumplirse la meta fiscal, casi quintuplicarla. Si el equipo económico no logra ese objetivo, la brecha cambiaria puede volver a subir. Algo similar a lo que ocurrió en 2020″, agregaron. Si los bancos no se comportan como espera el Gobierno, la brecha sería de 1,5 puntos del producto.

Por lo pronto, el déficit fiscal queda bajo la mira. La aceleración en los precios de los alimentos está presionando al Ejecutivo a aumentar el gasto social y en subsidios energéticos. Sobre todo, teniendo en cuenta que la inflación de marzo fue del 6,7%, lo que incentivó al gobierno de Alberto Fernández a adelantar las paritarias.

“Toda política que busque recomponer salarios y garantizar el acceso a la canasta básica alimentaria es fundamental. Pero debe ser consistente y sostenible en el tiempo, caso contrario en unos meses el problema será aún mayor”, cerró el informe.

Nuevas proyecciones: a cuánto llegará el dólar y la inflación este año


Las estimaciones de 45 consultoras económicas locales e internacionales indican que los precios subirán 56% este año

Por Melisa Reinhold

Este año la Argentina podría registrar la inflación más alta desde 1991, cuando el país estaba transitando la salida de la hiperinflación y la suba generalizada de los precios fue del 84%. Entre la escalada de los precios internacionales por la guerra entre Rusia y Ucrania, los ajustes de tarifas y un mayor movimiento del tipo de cambio oficial, las estimaciones de los economistas se acercan cada vez más a una inflación del 60% para 2022.

Así surge del informe Latin Focus Forecast de abril, estudio que promedia las estimaciones de 45 consultoras y entidades financieras, tanto locales como extranjeras. De acuerdo con los expertos, este año cerrará con una suba de precios del 57%. Este número es 2,8 puntos porcentuales más con respecto a la encuesta previa (54,2%).

Este miércoles se conoció la cifra de marzo, del 6,7%. “Está sin anclas. La economía se encamina a mayores niveles de nominalidad sin cambios de precios relativos significativos, porque no hubo un salto discreto del tipo de cambio y todavía no se vinieron las fuertes correcciones de tarifas. Para todo el año la inflación va a superar el 60%, con riesgos más al alza más que a la baja”, consideró Juan Ignacio Paolicchi, economista de la consultora Empiria.

Al observar en detalle el Latin Focus, las proyecciones más benignas provinieron de parte de Fitch Solutions (40%), Pezco Economics (44,1%) y MAPFRE Economics (44,7%). De la mano contraria, Econométrica S.A. proyectó que habrá una inflación del 73,4%, Banco Galicia del 65% y FIEL del 64%.

Los economistas pronostican una inflación del 57% para este año

Para Soledad Pérez Duhalde, directora de operaciones de Abeceb, una inflación a estos niveles trae varias consecuencias. Entre ellas, se generan mayores tensiones dentro del oficialismo, se distorsionan los precios relativos, repercute en los salarios y en una caída de la actividad, aumenta la conflictividad social porque los grandes impactos de precios se ven reflejados en alimentos y bebidas, eso incentiva al Gobierno a seguir interviniendo en los precios de la economía, y como detonante, afecta a las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

“Hacia delante hay dos cuestiones centrales. Por un lado, cómo se va a resolver el tema de las tarifas energéticas. La Argentina se comprometió ante el FMI a bajar los subsidios, pero producto de la guerra los precios de la energía aumentaron fuerte y, si el país cumple, el salto de tarifas sería muy grande. Por el otro lado, cómo se va a resolver el tema salario. Acá el desafío más grande es cómo recuperar los sueldos sin que generen mayor nominalidad”, añadió Claudio Caprarulo, director de Analytica Consultora.

Dólar oficial arriba de los $150

En los últimos meses, el Banco Central (BCRA) aceleró el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial. Este año ya no podrá utilizarlo como un “ancla” contra la inflación y moverlo al 1%. “Después de haberlo atrasado 18% desde diciembre de 2020 hasta la actualidad, el Gobierno no tiene margen en el marco del acuerdo con el FMI para seguir con esa política cambiaria”, remarcó Paolicchi.

No obstante, es el contexto internacional lo que le está permitiendo al Gobierno correr el tipo de cambio por debajo de la inflación. Por esa razón, los panelistas que participaron del Latin Focus pronostican un dólar mayorista a $156,17 para finales de diciembre, $1,83 menos que en la encuesta pasada ($158). Actualmente, el tipo de cambio oficial se muestra en pantallas a $112,92. Son $43,25 más.

Hoy el mayorista se vende a $112,92

“Los niveles actuales de inflación llevan a querer a pisar más el tipo de cambio. La realidad es que el mundo le ha dado el margen para hacerlo, porque la inflación llegó a todo el mundo, por eso en el Latin Focus las expectativas bajaron. A principios de este año se esperaba que el movimiento sea parecido a la inflación, pero con el fogonazo inflacionario que hay, lo están haciendo menos”, explicó Pérez Duhalde.

En el mismo sentido apuntó Caprarulo, quien remarcó que “ir a la par de la inflación es meterle más leña al fuego”. En provecho de que la inflación es más alta en todo el mundo y el resto de las monedas están sufriendo cierta apreciación, la competitividad del tipo de cambio oficial puede sostenerse sin ir corriendo detrás del aumento de precios. Para eso es clave seguir el Índice de Tipo de Cambio Multilateral, el cual compara el dólar real respecto a las monedas de los principales socios comerciales del país, principalmente Brasil.

Cuánto crecerá la economía este año

De acuerdo con Latin Focus, este año el ritmo de expansión del PIB se moderará “notablemente”, en medio de un efecto base menos favorable y un “enfriamiento” de la demanda interna. Entre el pesimismo de los consumidores y las empresas, una inflación que roza el 60%, falta de reglas claras y escasez de dólares para importar, en 2022 se limitará el crecimiento: la economía crecerá un 2,6%, cifra que no cambia respecto al informe previo.

Para Paolicchi podría haber algunos factores externos que ayuden, aunque también tienen sus riesgos. Por ejemplo, si se confirma una mayor desaceleración en Brasil, la Argentina también podría sufrir por el lado de las exportaciones. Mientras que en materia de consumo, el principal componente, la caída del salario real, “no ayuda”.

El vicepresidente segundo del BCRA, Jorge Carrera, indicó que en marzo los pagos de importaciones acumularon los US$7100 millones, un “récord absoluto”

Pese a las trabas que estableció el Gobierno en materia de importaciones, el vicepresidente segundo del BCRA, Jorge Carrera, indicó que en marzo los pagos de importaciones acumularon los US$7100 millones, un “récord absoluto”Eso explica por qué el Banco Central terminó el primes trimestre del año en posición vendedora, incluso pese a las buenas liquidaciones del agro.

Según Caprarulo, el Gobierno tiene que acumular dólares. Y, para eso, no puede sostener estos niveles de importaciones. Entonces, el Banco Central tiene dos opciones. Por un lado, encareciendo las importaciones mediante un aumento del tipo de cambio oficial, ya que hoy en día los importadores se dolarizan mediante las importaciones, aprovechando que la brecha se ubica en un 70%. O, por el otro lado, con más cepo.

Pero las dos soluciones tienen una contracara, con un menor nivel de crecimiento. En un caso, la inflación se va por las nubes; en el otro, no le permite el desarrollo a los sectores que están atados a las importaciones y necesitan insumos para producir. Al mismo tiempo, no se pueden sostener estos niveles de importaciones porque el Gobierno no puede acumular dólares, un factor clave: más allá del acuerdo con el FMI, en los próximos años se vienen grandes vencimientos de deuda”, cerró.

Según Caprarulo, el Gobierno tiene que acumular dólares. Y, para eso, no puede sostener estos niveles de importaciones. Entonces, el Banco Central tiene dos opciones. Por un lado, encareciendo las importaciones mediante un aumento del tipo de cambio oficial, ya que hoy en día los importadores se dolarizan mediante las importaciones, aprovechando que la brecha se ubica en un 70%. O, por el otro lado, con más cepo.

Pero las dos soluciones tienen una contracara, con un menor nivel de crecimiento. En un caso, la inflación se va por las nubes; en el otro, no le permite el desarrollo a los sectores que están atados a las importaciones y necesitan insumos para producir. Al mismo tiempo, no se pueden sostener estos niveles de importaciones porque el Gobierno no puede acumular dólares, un factor clave: más allá del acuerdo con el FMI, en los próximos años se vienen grandes vencimientos de deuda”, cerró.