El talón de Aquiles de Todos para el segundo tiempo


Inflación e ingresos, claves del futuro. Escenarios para 2022 y para el electoral 2023. Una estrategia que calza mal con el FMI. ¿La calle abraza la ortodoxia?

Por Marcelo Falak

Aun en su enrevesada convivencia, Alberto FernándezCristina KirchnerSergio Massa y el archipiélago de partidos, grupos, sindicatos y movimientos sociales que conforman el Frente de Todos se cuidan de no convertir sus reyertas en ruptura y ya se meten en las aguas frías de la segunda mitad del actual mandato. Es más, todos se encargan, cada cierto tiempo, de mostrar sus armas y, de inmediato, de guardarlas prudentemente ante la inevitable pelea por 2023, para la cual –siempre en aras de la unidad– el Presidente debió renunciar al monopolio del derecho que, se supone, disfrutaba. Sin embargo, esas apetencias y el propio proyecto panperonista corren el riesgo de mancarse en cualquier paso en falso de un pie frágil, el de una gestión complicada, especialmente en un tema muy urticante para quienes, en definitiva, dirimirán la puja con sus votos: la inflación.

El ministro del Interior, Eduardo de Pedro,quien ya dejó en claro cuál es la prelación de sus lealtades políticas, se animó a decir, en la previa de la Navidad, que «por supuesto que La Cámpora está en condiciones de tener un candidato, pero no va a ser ni Máximo (Kirchner) ni yo». Mientras, el albertismo cupular agita la idea de una postulación del mandatario que, afirma, se va a dar «naturalmente» y uno de los cruzados del plan «PASO 2023», el gobernador chaqueño, Jorge Capitanichreivindicó el derecho del peronismo del Norte a «tener un candidato» en ellas se supone que él mismo, claro–.

Como se dijo, todos retroceden tras marcar territorio, aclaran que no es todavía tiempo de dar esas discusiones y proclaman que lo importante es concentrarse en la gestión. Más les vale.

La inflación es, según todas las encuestas y desde hace tiempo, el principal tema de preocupación de la sociedad. Es natural que así sea después de que el 25/30% sostenido que dejó la actual vicepresidenta en 2015 trepó a más del 50% con Mauricio Macri y, salvo durante la paralización violenta del 2020 de Gran Confinamiento, allí permanece con Fernández.

Los sondeos, sin embargo, incluyen paquetes cerrados de preguntas y quienes responden se atienen a ellos. Sería interesante que, en cambio, incluyeran un matiz en el interrogante: ¿es solo la inflación lo que inquieta o, en realidad, el drama está dado por su contracara, una caída de ingresos persistente que ya acumula cuatro años y no hace distinciones entre macrismo y peronismo?

El asunto no es menor, ya que hace al nudo de las diferencias internas. El énfasis que pusieron el miércoles último el ministro Martín Guzmán y el propio Fernández en señalar, ante los gobernadores y las gobernadoras no JxC, que el gran escollo para cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es la exigencia del organismo de que realicen un ajuste y que ellos se negarán hasta el final a hacerlo, pareció, más que la exposición de un estado de situación, un mensaje preventivo ante una interna que solo permanece dormida en público, pero que amenaza con rebrotar en cualquier momento.

«En su presentación del fallido Presupuesto 2022, el ministro Guzmán mantuvo en 33% su proyección de inflación para el próximo año, una caída de 17 puntos porcentuales respecto a 2021. Sin embargo, el escenario más probable marca un piso del 50%», dijo la consultora Analytica en su último informe.

Habrá que ver en qué momento el funcionario blanquea el recálculo de una meta que él mismo aceptó –ante la críticas opositoras al Presupuesto– como desfasada dada la evolución reciente del IPC. Hoy, en el Palacio se Hacienda se ilusionan con que el avance de los precios oscile entre el 40 y el 50%, preferentemente más cerca del piso, desde ya.

El mercado no cree ni siquiera en ese escenario «optimista», por llamarlo de algún modo. En realidad, ese apenas sería el menor de los desastres posibles en una dimensión que, como se dijo, resulta relevante para el futuro político del Gobierno y del país.

De acuerdo con el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) de diciembre (la encuesta que realiza cada mes el Banco Central entre los principales especialistas del sector privado), «la inflación minorista de 2022 se ubicaría en 54,8%», esto es 2,7 puntos porcentuales por encima de las proyecciones del mes anterior. Las expectativas se deterioran.

Peor: el trabajo aclara que las consultoras que muestran un mejor récord de aciertos en esa variable fueron incluso más allá: 55,7%.

En tanto, para el año próximo, el de la batalla electoral final, el mercado piensa en un todavía altísimo 43,4%. «Si ves al futuro, dile que no venga», repetiría Juan José Castelli.

Llegado este punto, algunos lectores desestimarán como sesgadas las proyecciones de esas empresas, que, en su gran mayoría, no creen en las recetas peronistas para bajar la inflación, hechas de negociaciones con empresas formadoras o de controles directos y heterodoxia macro. Pese a eso, conviene prestar atención a sus fundamentos, sobre todo teniendo en cuenta que ya han hecho un esfuerzo de relativa desideologización de sus pronósticos. En efecto, que hablen de esas magnitudes de IPC para este año y el próximo implica que, en su mayoría, han renunciado a la idea de un estallido cambiario y que creen que, para bien o para mal, el cepo resistirá. Si así no fuera, claramente hablarían de números muy superiores.

DE ACUERDO CON LA CONSULTORA ANALYTICA, LA ESTRATEGIA DEL GOBIERNO CONTRA LA INFLACIÓN «SE QUEDÓ SIN ANCLAS».

La pregunta, en todo caso, es inversa: ¿qué condiciones hay para que, como decía el Presupuesto, la inflación caiga tan en picada como desearía Guzmán, más cuando la economía sale del letargo pandémico? Hay que recordar, en ese sentido, que el año pasado fue el ministro y no el mercado el que incurrió en un gigantesco error de cálculo, uno que explicó el amarretismo oficial en la fijación de su pauta para las paritarias salariales y, en buena medida, el fracaso en las elecciones legislativas.

De acuerdo con Analytica, «la inflación se quedó sin anclas». «Las herramientas que el equipo económico usó (en 2021) para contener la inflación, más allá de cuán efectivas hayan sido, no podrá volver a ser usadas de la misma forma en 2022».

Puntualmente, «las tarifas de servicios públicos deberán actualizarse», ya que, «típicamente, los acuerdos de Facilidades Extendidas con el FMI, como el que busca firmar la Argentina, involucran ajustes fiscales»

Además, «el tipo de cambio, la segunda ancla que usó el Gobierno para contener el aumento de precios, en diciembre revirtió su tendencia. El peso se depreció 1,4% versus 1% mensual promedio entre junio y noviembre», señala. Asimismo, el FMI presiona por una acumulación de reservas lo más acelerada posible, lo que impone maximizar la competitividad cambiaria para asegurar un saldo comercial lo más favorable posible.

En términos políticos, finalmente, Zuban-Córdoba y Asociados señaló, en su Informe Nacional de diciembre de 2021, que la inflación es «una cuestión clave por su ascendiente en la vida cotidiana».

«Se trata de un desafío para la estrategia económica oficial, pero, sin dudas, también de la mayor interpelación para la dirigencia en su conjunto, pues remite a la imperativa necesidad de devolverle a la comunidad un horizonte de estabilidad y certidumbre, imposible de alcanzar con el índice de precios al consumidor superando el 50% anual», explicó con acierto.

En dicho informe, sobresale un dato interesante para pensar cómo puede pesar esa preocupación social en las urnas. Una mayoría absoluta de 53,6% cree que las causas de ese fenómeno son el déficit fiscal y la emisión monetaria, esto es, las que indica la ortodoxia y no las que señala el panperonismo. De ello, desde ya, se desprenden las recetas que se consideran aptas para combatirlo. Más allá de los méritos o desméritos de un diagnóstico que ya fracasó, como todos, mil veces en la Argentina, conviene prestar atención a lo que está ocurriendo en la calle en torno a la disputa de narrativas.

El peronismo no puede dejar de ser lo que es, pero debería conseguir, con sus recetas, algún alivio palpable de la inflación o, más bien, de los ingresos. No hacerlo lo dejaría en una posición de ajenidad ante la población en general y su electorado en particular.

Sí: como dicen las figuras de Todos que vocean sus ambiciones para el año próximo justo antes de devolver el cuchillo al facón, no es tiempo de dirimir esas cuestiones sino de gestionar. Las perspectivas, que ya otean el 2023 electoral, no lucen favorables y apremian.