Paritarias: entre más inflación o más pobreza, el impacto de la suba de salarios en la economía


Para los economistas, este sendero implicará más suba de precios; de no hacerlo, crecerá la pobreza

Por Melisa Reinhold

En un año donde la inflación se desbocó y empezó a marcar números no vistos en las últimas tres décadas, los principales gremios reabrieron las paritarias y se sentaron firmes en la mesa para acordar un nuevo aumento salarial. En algunos casos piden una actualización arriba del 90%, en otros incluso superan las tres cifras. Son números históricamente altos, pero que se alinean con la inflación proyectada para 2022 de entre 100,3 y 101,5%, de acuerdo a las previsiones del Relevamiento de Expectativas (REM) que publica en Banco Central.

Más allá de un impacto sobre el bolsillo de los trabajadores, hay repercusiones en la macroeconomía. Por un lado, más inercia inflacionaria y presión sobre los dólares financieros son algunas de las consecuencias. Del otro lado, si la suba de precios continúa ganándole a los recibos de sueldos, avanza la pobreza y la caída del consumo.

“Las expectativas de inflación se fueron a 100%, cuando las últimas paritarias se habían cerrado en un 75-80% con cláusula de revisión. Quedaron 20 puntos abajo, por eso ahora los sindicatos firman la revisión para llegar al 100%. En esta primera instancia evalúan la inflación los sectores más firmes, como comercios, bancos, agrícolas y automotrices. Ahora, es probable que una pyme no pueda pagar una actualización del 100%. Es más, las paritarias privadas representan apenas el 25% de todos los empleos: ahí está la pérdida del salario real”, explicó Fernando Marull, economista de FMyA.

“Son lógicos los reclamos salariales, lo que intentan es recomponer el salario. ¿Tiene consecuencias? Sí, claro, primero porque es un costo más para los bienes y servicios que se producen. Con lo cual, negar que un aumento de salarios no repercute en una nueva suba de precios sería ridículo. La pregunta es a qué velocidad, porque cuando las negociaciones se vuelven trimestrales, se genera más inercia. Pero hoy el reclamo no pasa por subir los salarios, sino empatar con la inflación. Una constante para 2023 va a ser los pedidos de mayor estabilidad, en vez de mayores ingresos”, dijo Guido Lorenzo, director ejecutivo de LCG.

Los efectos sobre la macro

En un primer momento, una actualización salarial impacta sobre el consumo. Es decir, con más pesos en el bolsillo de los trabajadores, parte va a parar a la compra de bienes y servicios, algo que también termina por “fogonear” la demanda agregada a una mayor velocidad. De acuerdo con Lorenzo, incluso los asalariados que logran tener billetes extra los destinan a la compra de dólares para el ahorro. Y, a más demanda, aumenta la presión sobre las cotizaciones.

Pero con el nivel de inflación actual, ese impulso inicial dura cada vez más poco. “Entramos en un régimen de inflación donde, como las expectativas no están ancladas y las negociaciones salariales cada vez se acortan más, se termina echando más fuego sobre los precios”, agregó Camilo Tiscornia, economista y director de C&T Asesores Económicos.

También eso explica por qué en el último año se modificaron los comportamientos de consumo, según Claudio Caprarulo, director de la consultora económica Analytica. Ante la caída de ingresos en términos reales, los hogares empezaron a elegir segundas marcas o incluso a comprar menos productos en las góndolas de los supermercados como estrategia para llegar a fin de mes.

Para graficar la situación, Lorenzo Sigaut Gravina, de Equilibra, comparó el escenario actual con un “pelotón de ciclistas”: una inflación que corre a la cabeza con un 7%, los salarios que intentan seguirle el ritmo, y el tipo de cambio mayorista que se empezó a mover en el orden del 6,5%. Una inercia difícil de frenar y que detrás tiene dos “shocks inesperados de aceleración inflacionaria”.

Evolución de las principales variables nominales, según Equilibra.
Evolución de las principales variables nominales, según Equilibra.

El primer acontecimiento inesperado fue la invasión rusa a Ucrania. El otro, ocurrió en julio, cuando Martín Guzmán pegó el portazo en el Ministerio de Economía. Según el economista, el primer shock llevó a la inflación de 4% mensual que marcó en 2021 a un 5 a 6%. El segundo, elevó el piso a 7% para el segundo semestre, incluso cuando el resto de los países estabilizan.

“Cuando todo corre a tal velocidad, la efectividad de la política monetaria y fiscal es menor. No hay forma de bajar la inflación que no sea con una terapia de shock, es decir, un plan de estabilización que probablemente tenga que encarar el próximo presidente electo. ¿Y cuál sería la alternativa? Que el salario no ajuste por inflación, y ahí está la recesión porque cae el consumo de todas las familias”, agregó.

La contracara, la pobreza. Para el segundo semestre de este año los economistas proyectan que la pobreza e indigencia aumentarán, en parte por la caída de los ingresos laborales reales producto de la inflación. Es más, si se compara la situación actual contra finales de los 90, hoy hay una mayor tasa de desempleo (6,9% versus 15,3% promedio), pero la incidencia de la pobreza es similar. “Eso nos dice que hay mucho trabajo precario que está por debajo de la línea de pobreza”, agregó Sigaut Gravina.

En un ciclo donde todo genera inflación, se tiene que ir hacia una coordinación de expectativas que permita bajar los precios hacia adelante. “Por eso el Gobierno está hablando de sumas no remunerativas, de acompañar con un bono, en vez de ajustar al 7%. El problema es que estamos discutiendo las paritarias con el mismo formato que cuando teníamos 20% de inflación, solo que ahora tenemos 100%. Se tienen que repensar los mecanismos, discutirlo en cada rubro y no solo empatar a la inflación, sino también cómo recuperar el poder adquisitivo de los últimos años. Si la economía no crece, los precios suben y el trabajador pierde cada mes un poquito, la conflictividad social va ir en ascenso”, cerró.