Dólar turista más caro: el Gobierno sumó otro recargo y costará $ 314 para los consumos con tarjeta


Será para los gastos que superen los US$ 300 por mes. Se aplicará el mismo tipo de cambio para la compra o importación de bienes de lujo. Además, las productoras que organicen shows con artistas extranjeros pagarán un dólar de $ 204. Rige desde este miércoles.

Por Juan Manuel Barca

Preocupado por la falta de divisas desde que se acabó el ingreso extraordinario impulsado por el dólar soja, que generó en septiembre una suerte de primavera cambiaria, el Gobierno decidió avanzar en medidas para cuidar las reservas acumuladas con la creación de nuevos tipos de cambio. Con ese objetivo, desde este miércoles será más caro el dólar para viajar al exterior, comprar bienes de lujo y organizar recitales de artistas extranjeros.

«Tomamos esta medida porque tuvimos reclamos de cámaras y sectores productivos y porque queremos cuidar las reservas para producción y generación de empleo y no para la fuga«, dijo Carlos Castagneto, titular de la AFIP, en un encuentro con periodistas, en donde precisó que la decisión «no prohíbe la compra de bienes, paquetes turísticos y consumo de actividades artísticas, sino que encarece el valor del dólar».

El principal cambio es el popularizado «dólar Qatar», por el inminente comienzo del Mundial de Fútbol, aunque en realidad alcanzará a todo los consumos con tarjeta (débito y crédito) en dólares a partir de los US$ 300 mensuales.

Desde ahora, esos gastos, incluidos pasajes y hoteles, se pagarán a $ 314, en lugar de $ 275, al sumar una percepción adicional a cuenta de Bienes Personales del 25% sobre la cotización oficial ($ 157), a la que ya se le retiene un 30% del impuesto PAIS y 45% a cuenta de Ganancias. 

La idea es desalentar el uso de los plásticos en dólares y que los argentinos que viajan o consumen más de US$ 300 usen sus billetes físicos. En julio, ya se incrementó la percepción a cuenta de Ganancias y Bienes Personales del 35 al 45%. En los primeros ocho meses del año, los viajes y otros pagos con tarjeta sumaron US$ 4.600 millones, según el BCRA. Hoy, ese rubro demanda US$ 800 millones por mes, la mitad por paquetes y la otra por consumos en tarjeta en el exterior.

Según estimaciones oficiales, la medida alcanzará a 200.000 personas con consumos de tarjeta en moneda extranjera (7% del total), que gastaron US$ 263 millones, un 81% del consumo total. Mientras que 2,8 millones de consumidores con tarjeta (el 93% restante) gastó US$ 60 millones, un 19% del consumo total. «Es un porcentaje razonable (el del recargo) para alentar uso de dólares en efectivo», aseguraron fuentes oficiales.

Las modificaciones no afectarán el pago de los servicios de streaming, como Netflix, Spotify y Google, a los que hoy se le aplica un 74% de recargo (8% de impuesto PAIS, 21% de IVA y 45% de Ganancia, lo que implica un dólar a $ 273. Así mismo, los pasajes terrestres a países limítrofes, gastos médicos y proyectos de investigación seguirán con el beneficio de no pagar el Impuesto País y percepciones.

Por otra parte, se encarecerá la compra de bienes suntuarios o «de lujo» en el exterior que actualmente tienen un plazo de 365 días para el giro de divisas. Por ejemplo, automóviles y motos de alta gama, jets privados (pequeños aviones), embarcaciones de uso recreativo (barcos), bebidas alcohólicas premium, relojes, perlas, diamantes y otras piedras preciosas, máquinas tragamonedas y máquinas para minar criptomonedas.

En este caso, se aplicará el impuesto país del 30%, las percepciones del impuesto a las ganancias y bienes personales del 45%, y la percepción a cuenta de bienes personales del 25%. Así, considerando un tipo de cambio Banco Nación de $157, el dólar proyectado será de $ 314. Eso es lo que deberán pagar importadores como aquellos que efectúen esos gastos vía web, a los que hasta ahora no se le aplicaban dichas retenciones.

En tercer lugar, habrá un nuevo tipo de cambio para eventos culturales contratados en el exterior (recitales, actividades deportivas, entre otros gastos de esparcimiento) con la aplicación del impuesto país del 30%. Considerando un tipo de cambio Banco Nación de $157 y el tributo, el dólar será de $ 204. El Banco Central todavía evalúa si acotará el plazo actual de 180 días para que el sector acceda al mercado único de cambios.

Las medidas estarán vigentes desde este miércoles con su oficialización en el Boletín Oficial. El Poder Ejecutivo recurrió a un decreto para ampliar el alcance del impuesto PAIS y dos resoluciones de AFIP, que incorporan las percepciones, sin necesidad de pasar por el Congreso. En el equipo económico reconocen que los pasajes para Qatar ya fueron comprados, por lo que los cambios impactarán sobre los gastos de cara al verano. 

El paquete oficial incluirá además el nuevo sistema de monitoreo de importaciones (SIRA), que comenzará a regir desde el 17 de octubre y reducirá el plazo de vigencia de los permisos de 180 a 90 días, con la posibilidad de prorrogarlos por otros 90 días. Concluido el dólar soja, el Gobierno inició una nueva fase al endurecer la semana pasada las restricciones a las importaciones, dejando la mitad de ellas con licencias no automáticas.

Pese a que el FMI alertó por la pérdida de competitividad del tipo de cambio, el ala económica no cree que haya un «atraso» del dólar oficial y aguardan fondos frescos de organismos multilaterales antes de fin de año. Los economistas, en cambio, son escépticos en un contexto en el que el Banco Central volvió a vender dólares desde la semana pasada. Para Fernando Marull, el nuevo escenario puede «desestabilizar» el plan Massa y presionará sobre los dólares paralelos.

Claudio Caprarulo, director de Analytica, cree que el dólar Qatar llega tarde. «La mayor parte de la gente ya sacó las entradas, pasajes, seguramente quedan consumos por pagar como comidas y en algunos casos hotel. La medida puede tener más impacto para aquellos que se vayan al exterior en vacaciones de verano, si analizamos la evolución de los salarios y el consumo los viajes tenderían a concentrarse en los sectores altos donde el costo del dólar oficial tiene un bajo impacto a la hora de decidir hacer o no un viaje», señaló.

Alarmas en el tablero económico por la montaña de pesos que generan las Leliq


El Central emite deuda (Leliqs) para frenar al dólar. Pero eso tiene un costo de $ 577.000 millones por mes. Los expertos advierten riesgos por el déficit fiscal y la alta inflación.

Por Damián Kantor

Con el objetivo de neutralizar la enorme cantidad de pesos emitidos para evitar una fuga hacia el dólar y mayores presiones inflacionarias, el Gobierno armó un dispositivo complejo muy difícil de desarmar. El mayor esfuerzo recae sobre el Banco Central y podría resumirse así. El stock de deuda de la entidad (entre Leliqs y pases) asciende a $8,6 billones, lo que implica un gasto de $ 577.000 millones mensuales en intereses.

Con una tasa efectiva anualizada del 107%, el Central logró un primer objetivo: el dólar blue cayó a $ 277 achicando la brecha con los dólares financieros por debajo del 100%. También subieron las colocaciones en plazos fijos en pesos (10% en setiembre), pero esto no es gratis. “A este ritmo, el BCRA va a duplicar su pasivo antes de las elecciones del año que viene”, dice Gustavo Neffa, de la consultora Research por Traders.

El problema principal, advierten los especialistas, es el financiamiento del déficit fiscal con más pesos, lo que genera inflación. El Central, entonces, emite dinero a pedido del Tesoro y retira una parte colocando deuda en el mercado. Esto no es como el dinero circulante, porque hay que devolver capital más intereses, lo que agiganta la deuda y la encrucijada para el equipo económico.

“En el corto plazo, el Banco Central retira liquidez para evitar la espiralización de la inflación. Pero en el mediano plazo, importa más lo que ocurre con la denominada base monetaria amplia, que incluye los pasivos remunerados, como las Leliq. Esta variable, que en mayo se expandía al 50% interanual, ahora lo hace al 79%”, dice en su último informe Jorge Vasconcelos, de la Ieral. El economista aclara que por el momento es posible sostener la dinámica, pero advierte que “el escenario es frágil”.

La mayoría de los entendidos descartan una corrida inminente aunque miran con preocupación la escalada inflacionaria. Nery Persichini, de GMA Capital, destaca que eso ocurre a pesar de que la base monetaria (el circulante) aumenta muy por debajo del 100% de inflación que proyectan las consultoras. “Son $ 4,2 billones y en términos interanuales crece en promedio al 42%”, señala.

¿Bajar el ritmo de emisión monetaria implica bajar los precios? No necesariamente. Es más: Sebastián Menescaldi, economista jefe de Eco Go, explica que la “desmonetización” de la economía obedece a que nadie quiere tener pesos precisamente por el alza constante del costo de vida. “Entonces, los pesos van al dólar o a la inflación, porque la gente convalida cualquier precio”, subraya. Por este motivo, el experto añade que “hoy la situación es estable pero sobre un terreno muy resbaladizo”.

Los economistas creen que los desequilibrios monetarios son graves y que eso impulsa la inflación. No obstante, la mayoría -entre ellos Federico Furiase, de Anker- observa el panorama sin tanto fatalismo. “La deuda genera restricciones y la base monetaria aumenta 11 puntos por mes. La inflación en 2020 estaba en torno al 33% y este año podría ser de 3 dígitos. Pero hay una salida virtuosa si se logra bajar el déficit y acumular reservas”, interpretó el especialista. Más fácil decirlo que hacerlo.

Furiase sostiene que la deuda del Central es “una emisión endógena por el pago de intereses”, pero agrega que “ese desequilibrio no implica un riesgo cambiario ya que las Leliq (Letras de liquidez) están en poder de los bancos”. Aludió así a las Lebac, tal como se llamaba el instrumentó que utilizó el ex titular del BCRA Federico Sturzenegger para aspirar pesos. Las Lebac las podía comprar cualquiera.

Andrés Borenstein, de Econviews, remarca que las dos situaciones no son comparables ni por el volumen de deuda ni por el nivel de reservas que tenía el Central en 2018 con respecto a 2022. “Los pasivos remunerados con Sturzenegger llegaron a superar el 10% del PBI. Ahora están por debajo del 9%. Había una montaña de Lebacs, pero con dólares. Ahora no los tenemos, pero hay cepo y la inflación licúa parte del stock”, dice.

El panorama tiene aspectos inquietantes, sobre todo por la aceleración inflacionaria. Días atrás, el titular del Banco Central, Miguel Pesce, pronosticó una desaceleración para el año próximo y la ubicó en torno al 60%. “Lo veo muy díficil ya que el Gobierno se quedó sin anclas y la única herramienta que dispone es la tasa de interés”, opinó Menescaldi.

Según las consultoras que participan del Relevamiento de Expectativas Económicas (REM) que elabora el Banco Central, este año cerrará con una inflación de 100,3% y prevén una leve baja (90.3%) para 2023. Menescaldi sostiene que el último dato divulgado por el Indec (7%) es un piso muy alto y que representa una inflación anualizada del 125%. Así y todo, el experto descarta la posibilidad de una híper, como la del 89.

Borenstein opina lo mismo. “Para que se dispare una híper necesitás un detonante y esto puede venir más por el lado de la política. Desde la perspectiva económica, la inflación es una necesidad, porque licúa el déficit fiscal”, señala. Son curiosidades del contexto actual, aunque tiene sus riesgos. Borenstein dice que si llegara a bajar, el Banco Central tendría que reaccionar rápido bajando una tasa que hoy, en términos reales, corre en paralelo con la inflación.

Las cuentas del Banco Central

El alza de tasas implica un mayor esfuerzo nominal por el pago de intereses. Ramiro Castiñeira, de Econométrica, sostiene que “en abril, la deuda exigió el pago de $ 124.000 millones y esa cifra saltó a $ 577.000 millones con la última suba. Esa dinámica explica los 3 dígitos de inflación que tenemos hoy”. Furiase coincide en que la deuda del Central “representa dos bases monetarias escondidas debajo de la alfombra”.

Ricardo Delgado, de Analytica, lo pone en perspectiva. “La deuda del Central hoy de $ 8,6 billones, a pesos constantes, se encuentra en un mínimo histórico tomando en cuenta la serie desde el 2010”, concluyó.

Obstáculos, vacíos y riesgos, el campo minado que espera a Sergio Massa en la economía


Mientras el futuro ministro examina estrategias con el dólar, espera al martes para hacer el anuncio completo de su equipo y La Cámpora sigue al acecho.

Por Ezequiel Burgos

El mercado no espera una devaluación inmediata. No al menos para este miércoles, día en el que Sergio Massa anunciará las medidas que trabajó ayer y en las próximas horas terminará de repasar.

Los inversores hablan, en todo caso, de un salto devaluatorio para más adelante, “en las próximas semanas” pone por ejemplo el banco JP Morgan en un informe para sus clientes de las últimas horas. Ayer Massa habló de un plan para los primeros diez días. ¿Ocurrirá ahí el desdoblamiento o ‘el salto’?

Bank of America y la consultora Eco Go, por su parte, coinciden en que un desdoblamiento formal del tipo de cambio sería mejor alternativa a una devaluación hoy. La secuencia sería así: primero desdoblar, dar un tiempo para engrosar las reservas (las netas serían menos de US$ 2.000 millones), y luego devaluar.

Todo esto, por supuesto, acompañado de anuncios fiscales y una suba de la tasa de interés.

Días atrás, antes de que se fuera Silvina Batakis, hubo directores en el BCRA a favor de desdoblar. Miguel Pesce se opuso en una reunión de directorio que duró más de tres horas. Argumentó que ello sería abrir la puerta a una ulterior devaluación.

¿Sostendrá lo mismo todavía?

Sergio Massa busca sellar su injerencia en el banco. Fue lo que Martín Guzmán planteó a Alberto Fernández aquel jueves antes de irse y no consiguió. Massa pudo. Como su sucesor, Guzmán estaba a favor de desdoblar. Pesce también lo frenó.

¿Massa terminará haciendo lo que intentó su antecesor?

El nuevo ministro llenará casilleros en el banco. Llevaría a una persona para el cargo de alguno de los dos vicepresidentes, Sergio Woyecheszen y Jorge Carrera. Ambos llegaron de la mano de Miguel Pesce.

Se habla de Lisandro Cleri para una silla importante. ¿Será la de Woyecheszen o la de Carrera?

Cleri trabajó en el FGS de la ANSeS con Martín Guzmán y Diego Bossio. Y uno de los directores actuales, Pablo Manuel Carreras Mayer, un joven economista solvente y ex Cippec que reemplazó a Diego Baustourre semanas atrás, llegó al banco bajo su recomendación. Massa apuesta a formar su círculo de confianza en el banco.

“Estamos trabajando en forma remota hoy sábado”, confirmó ayer un hombre del banco y que admite hay contactos con el nuevo ministro. Hoy domingo podría haber una reunión incluso, de cara a la presentación de los nombres mañana. “No podemos decir nada”, respondió esta persona.

Anunciar una corrección del dólar para esta semana no es lo que está esperando el mercado.

“El salto devaluatorio para comprimir la brecha cambiaria no forma parte de las herramientas que el Gobierno estaría dispuesto a usar”, dice un informe de ayer de Eco Go. “Incipientemente surge una estrategia de desdoblamiento informal”.

El BCRA creó esta semana un régimen especial para la soja que mejora el precio para el productor un 13% en dólar MEP y garantiza una cobertura gratis por el 70% de la venta.

“Con este inflación y brecha cambiaria, convalidar una devaluación resulta prohibido por la política, creemos”, dice Sebastián Menescaldi, economista y director de Eco Go. “Puede haber algo intermedio hasta acomodar las variables”.

“Nuestra mirada es que debería haber una devaluación pero dado que el Gobierno se resiste -arranca diciendo el trabajo de Bank of America-, pensamos que un desdoblamiento formal sería mucho mejor que poner controles a las importaciones”.

JP Morgan, Bank of America y Eco Go coinciden que más allá de la secuencia con el tipo de cambio, la clave es que se anuncie un plan de estabilización que reduzca la brecha, la tasa y sincere el sistema de precios.

“Un esfuerzo para estabilizar se requiere para prevenir una aceleración inflacionaria mayor”, dice JP Morgan.

Las tasas de interés aumentaron y achicaron la distancia con la inflación. También permitió recomponer la caja del Tesoro porque el Gobierno logró captar más pesos del mercado de los vencimientos que enfrentaba. Pero como el ritmo al que los precios suben se acelera, también debe hacer lo mismo al ajuste de las tasas.

Massa enfrentará, sólo en septiembre, un billón de pesos en vencimientos de la deuda local. La buena noticia es que la mayor parte de esas tenencias está en mano del sector público.

Todo indica que el ministro no tendría inconvenientes en cumplir las metas fiscal, financiamiento monetario y de acumulación de reservas de junio. Eso significa que tendrá acceso al desembolso del FMI de unos US$ 4.100 millones para septiembre.

Sin embargo, las del segundo semestre lucen más difícil, especialmente las de las reservas. Si no se baja la brecha la demanda de dólares no cederá y será difícil reunir dólares aún carry trade. Pesce sólo compró US$ 460 millones desde que arrancó el programa con el FMI pese a que el banco liquidó US$ 15.000 millones. ¿Por qué Pesce tendría razón que compraría dólares después de agosto cuando el agro liquide un stock similar si no logra bajar la brecha?

Un economista que conoce a Massa dice que el nuevo ministro enfrentó inconvenientes para formar su equipo. De un grupo de economistas que invitó a un asado hace dos meses (Martín Redrado, Marco Lavagna, Miguel Peirano, Lisandro Cleri, Diego Bossio y Martín Rapetti), “sólo uno estaría hasta hoy a su lado”, comenta uno de los presentes. Ese sería Cleri. El resto, por el momento, no estaría in. Al menos por ahora. ¿Y Emmanuel Alvarez Agis? ¿Irá Matías Tombolini?

“Será importante saber los nombres”, dice Ricardo Delgado, director de Analytica y economista que acompañó a Massa en el FR diez años atrás. Delgado pondera un rasgo del nuevo ministro. “Su vínculo con la oposición, empresas y sindicatos”.

Los que sí están in son Federico Basualdo y Federico Bernal. Basualdo seguirá dentro de la órbita del ministerio. Algunos de los que no acompañarían a Massa quieren ver si la vicepresidente va a su asunción. “Sería un gesto en estos diez días”, dicen.

El efecto inflacionario del cepo: un impacto involuntario pero también inexorable


La obligación de tomar deuda a 180 días sube los costos. También la falta de productos o insumos y el temor a una devaluación.

Por Damián Kantor

Ya se sabe que el cepo no es inocuo. En los hechos achica la oferta y variedad de bienes, principalmente los importados y limita las inversiones. Hay otro impacto, tan involuntario como inexorable, que es el inflacionario. Las recientes restricciones le inyectan más gas a los precios básicamente por dos motivos: por el mayor costo financiero y por la alta incertidumbre de las medidas. Se mezclan así componentes económicos y conductas sociales adquiridas a lo largo de los años.

“El cepo restringe importaciones y por eso hay menos bienes en la economía. Hay menor disponibilidad y variedad de productos”, explica Guido Lorenzo, de LCG. El economista pone de ejemplo al sector automotor. “Cuando importás menos autos, lo que ocurre es que los usados aumentan”, concluye.

El reforzamiento de las trabas importadoras eleva los costos de las empresas, lo que finalmente se traslada a precios. Para importar, una empresa grande está obligada a financiarse a 180 días, en dólares. “Cualquier opción (crédito comercial, bancario o incluso desde su casa matriz) implica tomar deuda, y eso cuesta”, señala Ricardo Delgado, de Analytica. Es decir, se paga una tasa extra por el préstamo.

Pero la cuenta no termina allí. A eso habría que computarle la inflación norteamericana, que este año podría rozar el 10% anual. A eso se suma la devolución del crédito en la misma moneda, pero que se compra con pesos, siempre y cuando el Banco Central entregue las divisas en tiempo y forma. “Para garantizarlo, se puede recurrir al dólar futuro, que también tiene un costo. Pero como es a 180 días, también está el riesgo cambiario”, dice Marcelo Elizondo, especialista en comercio internacional.

Para neutralizar eventuales devaluaciones se toman seguros de cobertura. Otro gasto, que incrementa la cuenta. Eso en el caso de las empresas que cuentan con las espaldas para obtener financiación. Estas cuentas, básicamente, son las que se hacen para calcular el costo de reposición de un artículo o repuesto. “Las más chicas, todo se hace a ojo”, dicen los entendidos, en una ecuación en la cual se entremezclan incrementos reales y otros aspectos especulativos.

Sobre este último aspecto, Elizondo señala que detrás de todo está “el miedo a largar un producto cuya reposición es incierta”. En este contexto incierto, muchos comercios, fabricantes y proveedores prefieren incluso no vender (stockearse) “porque es la única manera de tener dólares hoy es tener productos”. Visto desde afuera parece una práctica condenable y fuera de toda lógica. Sin embargo, muchos consumidores compran bienes (autos, lavarropas o bicicletas) ante la imposibilidad de comprar dólares.

Los faltantes -notorios en muchos rubros, como los neumáticos o las zapatillas- agravan el problema y presionan sobre los precios. “La falta de importaciones termina enrareciendo el mercado. Tambien esta el costo de la incertidumbre, porque muchas empresas temen que la crisis se agrave y eso impacta también en la producción”, añade Elizondo.

Sobre este punto, Delgado coincide y suma un último factor: “La brecha cambiaria también es inflacionaria porque refleja la expectativa de una devaluación”, dice. El economista, además, señala que existe una relación muy estrecha entre ambas variables.

“En el segundo semestre del año pasado, cuando estuvo estable en torno al 50%, la inflación se planchó. Cuando se mueve, el mercado cree que a la larga o a la corta el Central devaluará y por las dudas, los actores se cubren”. Y los costos de reposición suben también.

Los entendidos dicen que la mayor inflación es la opción que tomó el Gobierno para mantener la actividad y no cerrar totalmente el grifo de las importaciones.